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DE MADRID A NAPOLES.

¡Eran todavía los Alpes!

Ahora bien; teñid este inmenso panorama de blanco, verde y azul; recamadio de plata refulgente; imaginaos el cielo y el agua compitiendo en trasparencia y hermosura; figuraos la luz del sol refractada de uno en otro espejo; ved la Ciudad dibujada en la Laguna; ved la Laguna aprisio— nada entre el Lido y la Tierra Firme; ved todo esto, mundado de vívidos fulgores, y tendreis una vaga idea de este célebre rincon del mundo, que albergaba ayer tanto esplendor y poderío y que encierra hoy tanta orfandad y desventura.

Bajamos del Canpanile, y, fieles á muestro programa, apartamos los ojos de la Piazzetta, en la que nos proponíamos entrar solemnemente al cabo de pocas horas, y nos dirigimos de nuevo al Hotel, á cuya puerta nos aguardaban nuestras góndolas.

Digo nuestras góndolas, porque cada uno de nosotros tiene desde esta mañana la suya, alquilada por 10 francos diarios.

Yo he hecho buscar al gondolero más viejo de Venecia, á fin de que me sirva al mismo tiempo de cicerone.

Beppo (que asi se llama mi hombre) tiene setenta años, y se acuerda de los tiempos de la República y de los Dux.

El mismo parece un dux, con su larga vestimenta, su gorro frigio y sus venerables barbas.

Su hijo Gaetano maneja el remo de proa.

Gaetano tiene diez y ocho años: lleva las piernas y los brazos desnu— los; un gaban con capucha cuelga de sus hombros, y cubre su cabeza un sombrero negro, cuyas luengas alas dan sombra á sus cabellos castaños, á sus Ojos negros y á su aguileño rostro, curtido por la intemperie.

En virtud de estas excelencias, mi góndola fue preferida á las otras dos para hacer la excursion al Lido.

Nos embarcamos, pues, en ella, y surcamos la Laguna.

La góndola (ha llegado el momento de describirla minuciosamente) es, como hemos dicho, una embarcacion estrecha y larga, en medio de la cual hay una especie de camarin.

El casco es de hierro y madera, pintado de negro y cuidadosamente barnizado. El camarin está forrado por fuera de paño negro tambien, y por dentro de terciopelo «del mismo color. Penétrase en él por delante. Las ventanillas, que son tres, tienen cristales y persianas como los co= ches. Los asientos son de marroqui negro.—Verdaderamente, la góndola ha sido imaginada para que dos personas solas vayan sentadas en el fondo: y extiendan los pies sobre unas banquetas laterales; pero si se aprovechan estas banquetas, puede albergar cómodamente otras dos personas. —Por último, el que hemos llamado camarín va cubierto de un forro de gruesísimo paño, llamado felze, que se quita y se pone, segun la estacion y á medida que se teme más ó menos ser conocido.

Ya hemos indicado que todas las góndolas de Venecia, lo mismo las