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DE MADRID A NAPOLES.

pos de Instrucción y los Cuarteles; por una parte los canales, las góndolas, los embarcaderos de madera; por otra los puentecillos coronados por la multitud; en algunas plazas remotas, mucha gente que entraba y salia en las Iglesias, como domingo que hasido hoy y dia de San Cárlos; en el Jardin Público, familias que iban de paseo; aquí el famoso teatro de la Fenice, cerrado todavia; allí el teatro Malibran...

En torno de esta gran masa de edificios, distinguíamos algunas de las apartadas Islas que rodean á Venecia como hijas cariñosas.—Cada una de ellas ostentaba sus iglesias, sus casas, sus jardines, sus huertos, vi= niendo á ser como un barrio de la capital.—Y estas Islas tenian tambien sus canales interiores, sus puentes, sus vistosos reflejos en el agua; una belleza, en fin, muy semejante á la de la reina de las olas.

Despues descubríamos en todas direcciones la Laguna solitaria, cortada hácia poniente por el istmo artíficial que recorrí ayer, y cuyos centenares de arcos, repitiéndose en las aguas, le daban una fantástica apariencia.

A lo lejos, y por la parte de Levante, reposó mi mirada en una estrecha y larguísima Isla que cerraba la Laguna, separándola del Adriático...

¡Era el Lido!

En aquella Isla, especie de dique ó antemural que la naturaleza ha levantado, acumulando granos de arena, púra proteger á la ciwlad de San Márcos contra el recio embate del mar, se veian algunas pobres casas, muchas huertas y dos Ó tres Fuertes o Castillos.

Aquellos Castillos defienden la entrada de los canales que ponen en comunicacion á la Laguna con el Mar.

¡El Mar!... Detrás del Lido descubríamos sus agitadas olas, perdiéndose en la inmensidad del horizonte... Y su verdoso color contrastaba con el apacible azul de las aguas en que se copia Venecia.

Aquel era el Adriático; el mar italiano, dálmata, turco y griego; el es= condido golfo en que se miran frente á frente y se reflejan su poesía dos civilizaciones hermanas, que ya se reconocen apenas, pero que se recon= ciliarán algun dia; Roma y Bizancio; Oriente y Occidente; las dos Iglesias; los dos Imperios!

Por el opuesto lado, y tambien á gran distancia, se ofrecia á nuestra vista una costa amilde, melancólica, en que yacian abandonados dos 6 tres pueblecillos...

Aquella tierra insalubre era el Continente; el límite oriental del suelo italiano, mundado casi siempre por desbordados rios; la region que ve morir en el mar, tristes y desatendidas, despues de una triunfal carrera al través de populosas ciudades, aquellas mismas aguas que miré yo nacer de las nieves de los Alpes, y cuyo curso he seguido durante más de cien Jeguas.

Finalmente, al término ya del horizonte, por el lado del Noroeste, asomaban algunos fantasmas azulados, que á veces se confundian con eb cielo...