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DE MADRID A NAPOLES.

El balcon en que tomábamos café esta mañana, es un cierre de eristales volado sobre la Laguna; ó sea una especie de gabinete suspendido en los aires, desde el cual se disfruta la más deliciosa vista.

Ya os he dicho que el Hotel d'Europe se halla situado á la entrada del Canal Grande, en el punto en que éste es más ancho y más magnífico.

Veíamos, pues, á nuestra izquierda el que pudiéramos llamar Boule vard ó Corso, que parte en dos mitades la Ciudad.

Las aguas que forman tan magestuosa vía, brillaban al sol de una manera deslumbradora.

Los Palacios y los Templos se miraban en ellas, y se destacaban ade= más en el turquí purísimo del cielo.

Algunas góndolas cruzaban de un lado á otro del Canal, parándose á las puertas de las casas ó desapareciendo por angostas callejuelas.

Este panorama no podia confundirse con ningun otro.—Indudable= mente, estábamos en Venecia!

En frente del balcon, al otro lado del Canal, y como un centinela colocado ásu embocadura, teníamos la Dogana di mare (la Aduana de mar), arrogante edificio, sobre cuya torre, que se dibuja dos veces en las ondas y en el espacio, se levanta una estatua giratoria de la Fortaleza.

Al lado de la Aduana, descubríamos la iglesia de Santa Maria della Salute, brotando tambien de las fulgentes olas, que copiaban como en un spejo su doble cúpula, su fachada embellecida con 423 estátuas, sus gigantescas volutas y recio campanario.

Más allá se dilataba la Laguna, azul y solitaria, y en medio de ella veíamos dos grandes islas, la de San Giorgio Maggiorey la Giudecca, en que hay más jardines que edificios.

Despues seguia la Laguna, extensa ya y magestuosa como la mar vec¡Da...

—;¡Hé aquí Venecia! repetíamos maquinalmente y á cada instante mis compañeros y yO.


Ecco la mia Venezia... Ecco il suo mare...


Pero en vano me esfuerzo por conseguir que mi pluma haga lo que no acertarian á hacer los más hábiles pinceles.—En vano trato de daros una idea del cuadro que descubríamos esta mañana desde el gran balcon de este hotel.:

Yo pudiera bosquejar las líneas; establecer los términos; demarcar las perspectivas; pero ¡cómo expresar el color, la luz, el ambiente radioso, las sombras de las islas en el agua; la deslumbrante blancura ó el áurea esplendidez de los palacios bañados por el sol y por el reflejo de las ondas; los recortes de los edificios svbre el fondo de plata del Canal Grande y su limpia silueta sobre el azul del firmamento! ¡Cómo haceros ver esta ciudad de nácar y zafiro; estos prodigios de arquitectura, surgiendo de las olas, como los templos y alcázares de las ninfas, y estas góndolas