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DE MADRID A NAPOLES

indispensable, y lo caprichoso; la satisfaccion de todas las virtudes y de todos los vicios; lo preciso para el pobre; lo más barato, lo más económico, lo que lo alimenta y viste casi de balde; y lo más lujoso, más bello, más nuevo y más raro que puede antojársele al rico.

Tambien es de notar la perfecta gradación que se advierte en todo, cuando se recorren uno tras otro los nueve Boulevards citados. — Cada uno de ellos parece pertenecer á una ciudad diferente, que va siendo más opulenta y más hermosa á medida que camináis del de Beamarchais al de los Capuchinos. — Al principio las casas son feas; los almacenes contienen objetos usados, ropas viejas y artículos baratos; las gentes que discurren acá y allá son pobres, sucias, artesanas; los teatros de último orden; los cafés pequeños y oscuros. Avanzais, y los edificios mejoran, la población es más elegante, el comercio más rico. Asi vais pasando de los harapos á la limpieza, de lo usado á lo nuevo , de la estameña al algodon, del hilo á la seda, del pino á la caoba, del hierro al oro, del paño al terciopelo, del ómnibus al elegante cabriolé, del menestral al príncipe, del Estaminet al Café monumental, del humilde tenducho ál bazar aristocrático; y cuando, por una lenta progresión, llegáis al Baulevards Montmartre, os encontráis en un centro tal de lujo y de belleza, de gracia y de coquetería, de ostentacion y de comodidad, que no lo concibe mayor la imaginacion.

Esto nada tendría de notable si se tratase de calles diferentes: todas las grandes ciudades se componen de barrios miserables y centros lujosísimos. Pero lo que llama aquí la atención es que, sin salir de una sola calle, paséis revista á todas las clases de la sociedad, á todos los estados de fortuna, á todas las capas de la multiforme poblacion parisiense, pareciéndoos que recorréis la historia de la fastuosa capital, que veis un cuadro sinóptico de sus progresos, ó que vais siguiendo la vida de un individuo, nacido en la indigencia, que se eleva paso á paso al mayor grado de riqueza y poderío...

Pero hemos llegado al Hotel.


IV
PARIS, METRÓPOLI DEL MUNDO. — LA PLAZA DE LA CONCORDIA


Suponiendo, lectores, que la civilizacion es una gran pirámide que los hombres han levantado sobre la tierra, como en otro tiempo la Torre de Babel (y perdonadme la vulgaridad de esta comparacion en gracia de su exactitud), podemos asegurar, sin miedo de ser contradichos, que el lugar en que nos encontramos en este momento constituye la cúspide de esa pirámide, ó sea la suprema altura á que ha llegado nuestro siglo, — el mayor de los siglos... si no mienten los periódicos.

No: nadie lo negará. — Europa es la patria de la ciencia y del poder que hoy prevalecen en el planeta que habitamos: Francia es la cabeza de