hermosa calle, en la cual he visto asomadas á calados balcones de rene= grido mármol, ó á ferradas rejas, algunas Julietas de nuestros dias, vestidas de tartan y de otras humildes telas ahora en uso.
Entre estas Julietas Mabia una tan hermosa como pudo serlo la de= Shakspcare, y su vista me ha hecho el mismo efecto que el sol contem— plado desde las gradas de rArena.
El sol, tan jóven y amoroso hoy como lo era hace veinte siglos, con= trastaba allí con las obras del hombre, cuya vida es una continua muerte y para las cuales existir es envejecer y aniquilarse.
Pues lo mismo acontece con el amor.—El amor, que se hubiera dicho enterrado con Romeo, Páris y Julieta, ha vuelto todos los años á Verona á inllamar nuevos corazones.
Y la bella adolescente que acabo de admirar, es el sol del amor que vuelve hoy al mundo, mientras que el corazon de algunos hombres se parece á las ruinas del Anfiteatro.
La Tumba de Julieta, ó sea el sepulero vacio de granito rojo que, al decir de todo Verona, encerró el cuerpo de aquella infortunada amante, se encuentra hoy en un Establo vecino á un Jardin, que fue en otro tiempo Cementerio de un Convento de franciscanos.
Este Convento, al que perteneció indudablemente aquel bondadoso fraile que protegia á Julieta (el padre Lorenzo, si no recuerdo mal), es hoy Cuartel de los ingenieros austriacos.
El Jardin pertenece á unos pobres hortelanos que lo obligan á criar lechugas y calabazas. Algunos parrales, que lo hermosearian antigua= mente, yacen ahora por tierra. Las flores, desterradas por la horticultu— ra, se han refugiado en algunos rincones, al pié de las tapias, donde viven y se aman tímidamente, sin incomodar á nadie.
Un niño de ocho á nueve años, tija del dueño de la huerta, sirve de conserge del establo en que se halia el sepulcro, y es el encargado de mostrar y esplicar á los viajeros aquella venerada peña..... que no sé yo por qué es objeto de tan solemnes pereginaciones.—Pues ¡qué! ¿el amor ha muerto?
Yo comprendo que se visiten las ruinas de pasadas instituciones, de hundidos imperios, de civilizaciones desvanecidas... y las tumbas de los conquistadores, de los artistas y de los sabios... ¡Pero visitar el sepulcro de una enamorada cualquiera, de una muchacha vulgar, sin importancia histórica, desposeida hasta de virtud..., ¡y todo porque amó mucho, y porque dos hombres murieron por su amor!
No nos hagamos ilusiones.—La importancia de esta jóven no está en ella misma, sino en ser heroina de una tragedia de Shakespeare, del primer genio dramático del mundo, y el homenaje que los viájeros tributan á este sepulcro (de cuya autenticidad se duda con sobrado motivo) per= tenece por entero al gran poeta.
Asi y todo, el tierno guardian del amatorio monumento me ha dicho