nocido el drama político, sino la vulgar comedia. Yo he envidiado la suerte de nuestros padres, que tuvieron que luchar contra la arbitrariedad de los conquistadores, contra la Inquisicion, contra Fernando VIL.. enemigos respetables hasta cierto punto! Yo he dicho en cierta ocasion:
¡Oh!... ¡quién me diera de la antigua fama
digno un lugar, en que la estéril vida
rendir en fendo á patria, Dios y dama!
¡Quién el desierto de la edad perdida
poblar pudiera de esforzados hechos,
dignos de un alma á batallar nacida!
Yo he suspirado, en fin, por trágicas situaciones, lamentando no ha= ber nacido en Polonia, en Hungría 6en Venecia.—¡Ah! en estos pueblos es imposible el ocio del alma! ¡El amor y el odio tienen grandes objetivos! ¡El esfuerzo individual halla dispuesto un gran teatro y puede prometerse un noble premio! ¡La vida y la muerte encuentran á cada instante un empleo digno, que á cualquiera le es dado alcanzar, con aplauso de Dios y de la patria!...
Ahora bien: la esclavizada Verona reproduce en mi imaginacion todos mis sueños de conspiraciones, luchas, cárceles, tormentos y patíbulos.
Aquí reina un despotismo serio, dramático, pavoroso.—Asi eran la España de 1809, invadida por Napoleon, y la España de 1824, dominada por el absolutismo.—Tal se encontraba tambien Francia en la época del Terror.
Estas ideas, confundiéndose con otras, me han hecho pensar en el Santo-Oficio, en la Vendée, en las crueldades marroquíes, en Antonio Perez, en la Ley de Sospechosos, en el 2 de diciembre, en el órden de Varsovia, en la Saint-Barthelemi y en Silvio Pellico, en Savoranola y en otros muchos horrores y heroicidades.
Y uniéndose esto á cierto drama que ví representar cuando niño, titulado Jusepo el Veronés; y al Congreso de Verona, que produjo la gran iniquidad de 1823; y al fúnebre desenlace de Romeo y Julieta; y al recuerdo de la familia Scala, que tantas atrocidades hizo aquí; y á todo lo que se cuenta de las prisiones y persecuciones que en estos dias se lleva= ron á cabo contra los pobres veroneses que aman el dulce nombre de Italía, háceme pasar una noche que no olvidaré jamás y que con sobrada razon he llamado noche lugubre