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DE MADRID A NAPOLES.

¡Todo el mundo recuerda aquel Regimiento de Caballería, compuesto de Voluntarios pertenecientes á la primera nobleza lombarda, que fue abrasado por la metralla en la llanura de Pallestro!...—Pues bien: las lágrimas que hoy vierten las primeras familias de Milan, responden ¿la sangre de aquel dia...

«¡Gloria y honor a tan insignes mártires!»—digamos tambien nosvtros, aunque extranjeros en esta tierra.

Tales son mis últimas impresiones al penetrar en la estacion del ferrocarril que ha de llevarme en cuatro horas á la frontera del Veneto, al terrible Cuadrilátero.—El drama de anoche y los enlutados de hoy han depositado en mi corazon Do sé si miedo ó aborrecimiento al Austria...— Ello es que no emprendo este viaje sin cierta emocion, sin cierto sobresalto. Paréceme que voy á entrar en país enemigo; que voy á tomar parte en una batalla; que voy á atravesar Un país salvaje, contra cuyas hordas no son garantía las leyes de la sociedad.

H. de Y. calma mis poéticos temores, «liciéndome que él habla aleman, conoce perfectamente el Austria y sabe que mi condicion de espa— hol me evitará el espionaje y las molestias que encuentran otros viajeros al entrar en el Veneciado.

Estas seguridades me desesperan.—; Yo queria drama!

¡Partenza! grita al fin un empleado del camino de hierro. ¡Trev— ghio! ¡Bérgamo! ¡Brescia! ¡Peschiera! ¡Verona! ¡Vivenza! ¡Padua! ¡Venecia!

Y un aluvion de viajeros deja los salones de espera y toma por asalto el tren...

Nosotros seguimos la corriente.






Estamos en marcha.

Hace un dia magnílico...—Se diria que el buen tiempo está vincula de al cielo de Italia. Ha principiado noviembre, y ni la atmósfera pierde su sereno azul, ni las campiñias su verdura.

La comarca que recorremos es deliciosa. Innumerables palacios campestres (villas) se ven á la falda de suaves colinas pobladas de árboles y viñedos. La llanura empieza á rizarse y á ondular. Algunos riachuelos bajan del Norte, abriéndose camino hácia el lejano Po, al través de fórtiles soledades. S

Asi pasamos por delante de Línito, Melzi, Peeco y Cassano, pequeños pueblos en que hay estacion de ferro-carril.

Luézo llegamos á las márgenes de un gran rio, y lo atravesamos por un soberbio puente de seis arcos.—Es el Adda.

El Adda esta segunda de las ocho trincheras naturales que defendian al difunto Reino Lombardo- Veneto; su segunda línea; su segunda paralela.

(En este país tan llano, los rios constituyen las posiciones estratégicas.

—¿Quién no se acuerda de haber leido el año pasado en los partes de la Guerra: «Los aliados hen vadeado el Tessino...» «Los austriacos se han