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DE MADRID A NAPOLES

á Andalucía. — Y cuando el año que viene esté en Andalucía, la memoria de mi residencia en Milán me llenará de encanto. — Ya lo he dicho: el hombre no ama nunca lo que tie7ie, sino lo que desea y lo que pierde.

¡ Estoy en Milán ! — Posesionémonos bien de esta idea. — Analicemos lo que esto quiere decir. — Establezcamos cuál era la importancia que yo daba á Milán antes de penetrar por sus puertas. — Recordemos su historia; consultemos su plano, estudiemos su estadística.


Milán fue fundada por los Galos 587 años antes de la venida de Jesucristo, y después de haber sido capital de los Insubres, formó parte del imperio romano y se vio eclipsada por Módena y Mantua. — Pocos siglos después mereció ya ser considerada como la capital de la alta Italia, tanto que el emperador Maximiano residió en ella. — Aquí fue donde Constantino dio su famoso Edicto en favor de los cristianos, que cambió la faz del antiguo mundo. — Tomáronla después los lombardos y la supeditaron á Pavía , donde establecieron su capital ; pero cuando Garlo-Magno destruyó esta última ciudad, Milán volvió á ser la Metrópoli lombarda, categoría que no perdió ya nunca. — Más adelante, al principiar la lucha entre Güelfos y Cibelinas, ó sea entre los Papas y los Emperadores , ó por mejor decir, entre Italia y Alemania, Milán declaróse fiüelfa, emancipóse de la dominación imperial y erigióse en república independiente. —Esta actitud heroica atrajo sobre ella la ira del emperador Federico I, que la destruyó H62, no dejando piedra sobre piedra.— De aquí nació la célebre Liga Lombarda, alianza guerrera formada entre Milán y otras Ciudades , que se habían propuesto también sacudir el yugo alemán. — Esta formidable Liga derrotó en Legnano al emperador Federico Barbarroja y obtuvo k ventajosa Paz de Constanza. — Entre tanto Milán habia vuelto á brotar de la llanura , más floreciente y poderosa que antes. — Cincuenta años des- pués , los emperadores de Alemania volvieron á probar fortuna ; pero for- móse la segunda Liga Lombarda , y la victoria militó de nuevo bajo sus banderas. — Entonces aconteció lo que acontece siempre en estos casos : la gloria reemplazó á la libertad. La guerra habia hecho célebres á algunos hombres, y estos hombres se prevalieron de su fama para convertirse en señores , trocando en obediencia el amor que inspiraban á sus conciuda- danos. — El César de Milán fue un tal Pagano della Torre, oriundo de los Alpes, que habia ganado una gran popularidad curando heridos; popula- ridad que le valió ser proclamado Jefe de la República. — Una vez las co- sas en este camino, se adivina el resto: el mérito se hizo heredilario; la gratitud popular á sus libertadores y el amor á la independencia se cifra- ron á una familia: los della Torre vincularon en su nombre el gobierno de Milán. — Después de Pagano vino Martin, que dominó como Podestá. — A este siguió Felipe, que acabó con las franquicias republicanas y ejer- ció la dictadura; pero que, en cambio, dio mucha gloria á la República en los campos de batalla. — Muerto Felipe, asomó un sobrino suyo, llama-