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DE MADRID A NAPOLES

que hay trabajo supérfluo; que falta tierra y sobra laboriosidad; que se ve el amor al suelo que produce el pan de la vida; que se mima y adula á aquella esquiva Céres, de quien solo el sudor y las lágrimas arrancan anualmente los apetecidos frutos.

— ¡Qué contraste con la agricultura de muchas regiones de España! — ¡Ay! si: en Francia, los ganados de todas especies que encontrais (millares de vacadas, de yeguadas, de rebaños de ovejas y de cabras, de piaras de cerdos y de ejércitos de pavos y de patos); la infmidad de caminos vecinales que atraviesan por encima, por debajo ó al nivel de las líneas férreas, todos tan perfectamente construidos y conservados como si fuesen paseos públicos; el aseo y compostura de las gentes del campo; su salud y robustez; la multitud de carros, de diligencias y de ramales de ferro-carril que se cruzan en todas direcciones, llevando la vida y el movimiento á las aldeas mas ocultas, á las mas arduas montañas; las fábricas, los molinos, las casas de recreo, los canales de riego y navegacion; tantas y tantas muestras como se ven por todas partes del espíritu de orden, del afán de perfección, de la refinada economía, del decoro y justo orgullo de las clases trabajadoras del Imperio, hacen pensar en lo que seria nuestra España si fuese objeto de tan solícitos cuidados, si se roturasen sus tierras vírgenes, si se canalizasen sus rios, si se hiciesen caminos y presas; si tanto ocioso, tanto mendigo ó tanto aventurero como vaga por la Península, ó la abandona para poblar á Argel y las Américas, se dedicase á enriquecer y hermosear el suelo patrio y á enriquecerse y ennoblecerse á sí mismo!

Ni creais (los que no conoceis á Francia) que hay exageracion en lo que os he dicho del prolijo esmero con que está labrada toda aquella tierra. — Básteos saber que allí los ferro-carriles y las carreteras son calles de árboles nunca interrumpidas: la cual quiere decir que la Francia está. atravesada lo menos en cien sentidos por alamedas pomposas de doscientas y más leguas cada una. — Esto no me lo ha dicho nadie: lo he visto yo, recorriendo como he recorrido aquella nación desde los Pirineos hasta los Alpes, y desde el Mediterráneo hasta la Normandía.


Descendiendo ahora á algunos pormenores, os indicaré las principales cosas que llamaron mi atencion en aquella vertiginosa carrera.

Recuerdo en primer lugar los famosos viñedos de la Borgoña, y la emocion que me produjo el encontrarme en aquel antiguo Ducado, tan guerreador y poderoso en otros tiempos.

Una vez en Macon, capital de Departamento, divisé á lo lejos, desde un magnifico puente de trece arcos, la gigante cumbre del Mont-Blanc, siempre nevada...

¡Cerca de cuarenta leguas distaria de allí el Rey de los Alpes y de todos los Montes de Europa, y su blanca cima se percibia sin embargo con tanta claridad como si solo distase cuatro ó cinco leguas!...

Ya en adelante, seguimos casi siempre las orillas del Saona ,cauda-