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DE MADRID A NAPOLES

primeros anos en aquellas catalinetas que hoy se llaman cosmoramas tambien me lie puesto de pie en el coche, como si de este modo hubiera de ver mejor lo que pasa en este pais por octava maravilla,. como entre nosotros el Escorial ; también me asombra á mí aquel enorme edificio, que brota de la llanura como se destaca una isla sobre la superficie de Océano...

A mitad de camino pasamos por Binasco, donde el cochero despierta, y cambia de caballos, en tanto que yo veo el antiguo Castillo (restaurado últimamente) en que Felipe María Visconti dio tormento y decapitó á su mujer, la bella y virtuosa Beatrice di Tenda , por celos infundados, ó por ferocidad natural de quel hijo y nieto de asesinos.

Y no digo más acerca de este asunto ; pues supongo que lo habéis sentido y llorado con toda el alma al dulce son de las melodías de Bellini. — ¡Solo os advertiré (pues esto no consta en la ópera) que si Felipe María Visconti mató á su mujer, su hermano, Juan María Vísconli, mató á su madre!!... — ¿Qué os parecen los hijos de Galeazzo, del fundador de la Cátedra de Milán y de la Cartuja de Pavía?

Estamos otra vez en marcha ..

El cochero canta para no dormirse; y canta una balada tirolesa, tan expresiva y tierna como toda la música de montaña.. .

Los caballos de este tiro son más fogosos que los del anterior...

En el camino se empieza á ver alguna gente, — Primero nos alcanza el correo de Pavía : después se cruzan con nosotros' varias sillas de posta...

Todo, todo ha cambiado en el viaje... — Ya no es solamente il Doumo lo que se descubre de Milán , sino una multitud de torres , cúpulas y campanarios.,. — Un víentecillo fresco y aromoso menea mansamente los altos árboles que se cruzan á veces sobre la carretera, — Del canal que siempre nos acompaña se desprenden mil ramales que esparcen el riego por toda la llanura... — Demos un adios á la soledad y á la tristeza.

Ya principian las casas de campo, ó sea las avanzadas de Milán... — El suelo es cada vez más fértil — Los olivares y los bosques de morales y moreras se pierden de vista por lodos lados. — La Capital, que se divisaba desde tan lejos, no se distingue ahora que la tenemos tan cerca... ; pero, en cambio, se oye su vago y continuo murmullo...

Estas casas y estos huertos que vemos á los lados del camino consti- tuyen ya un barrio de Milán. — Hé aquí la Muralla .. — Hé aquí la Puerta... (Porta Ticinese). — Pasamos la verja de hierro que sirve de entrada; — luego, bajo un arco de triunfo, sustentado por cuatro columnas de granito; — después, sobre un gran canal..., y ¡esto es hecho! estoy en la capital de la Lombardía... : estoy en Milan!

Son las cuatro de la tarde .