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DE MADRID A NAPOLES

la mil veces por el monje que allí habia vivido, y cerrada la última voz por sus compañeros...

En uno de los aposentos del piso alto, vi tendido en el suelo un jergón de paja que habia servido mucho tiempo de cama al solitario. — Allí se acostó con sus pensamientos; alli se resolvió con sus dolores; allí soñó tal vez con su pasado... — Sobre una pobre mesa se veían un crucifijo, una calavera, un tosco recado de escribir y un rosario. — Completaban el ajuar una silla, una alhacena con algunos libros, una pila de agua bendita y una palmatoria.

En el otro aposento había algunas tablas y un banco de carpintería con sus correspondientes herramientas.

¡Y nada más! — ¡Y aquello era... aquello había sido toda una vida!


Hé aquí ahora las noticias que me dio el sacristán acerca de los cartujos, refiriéndose sin duda á algún libro; pues su relación fue tan rápida y acompasada que se conocía que hablaba de memoria.

— «Aquí no se sabe nunca nada de lo que pasa en el siglo. Los acontecimientos que más ruido hacen en el mundo, son ignorados por los religiosos durante años y años, basta que el Priór cree conveniente revelarlos á la comunidad. —Los cartujos son á un mismo tiempo cenobitas y solitarios. Como cenobitas, van todos los días á la iglesia á celebrar los Santos Misterios y cantar los Divinos Oficios. Los días ordinarios se reúnen tres veces: una, á medianoche, para cantar maitines; otra, por la mañana, durante la misa conventual y misas privadas ; y otra, por ]a tarde, á la hora de vísperas, que en los dias feriados van seguidas del oficio de difuntos. Los domingos y fiestas comen reunidos en el re- fectorio, donde uno de ellos lee en alta voz, sin que sea permitido á los demás hablar palabra. Una vez por semana dan juntos un paseo de tres horas, y los dias de fiesta gozan de algún recreo, en que están pro- hibidos los juegos, la música y todo lo que sea contrarío á una vida de oración y recogimiento. — Como solitarios, los cartujos pasan todo el tiempo restante metidos en su celda, en donde no pueden recibir á nadie sin licencia del prior, y de donde no salen sino para ir á la iglesia en las horas de oficios, ó al cuarto del superior cuando lo reclama algún asunto muy importante. — En cuanto al empleo que hacen de su soledad, consiste en rezar las horas que no se cantan en la iglesia y un oficio particular á la Vírgen; en estudiar la Sagrada Escritura, la Teología y los Santos Padres, y en hacer algún trabajo manual que sirva de distracción al espíritu y de ejercicio al cuerpo. — Estos trabajos son generalmente obras de carpintería, ó el cultivo de su jardín. — Cada cual tiene en su celda un cuadro en que están marcados todos los deberes y ocupaciones que tiene que cumplir en cada hora del día, según las estaciones. — Acuéstanse temprano, y despues de cuatro horas de sueño, la campana les evisa que se levanten V recen en su celda los maitines del oficio de María, v tres cuartos de