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DE MADRID A NAPOLES

—Padre, ¿qué representan esas torres? le pregunté al señor cura. ¿Para qué servían? ¿Qué significaban?

—No servían de nada, y significaban solamente el ridículo extremo á que puede llegar la vanidad del hombre. Estas torres las levantaban los antiguos magnates de Pavía (los Bodicella, los Olevano, los Mezzaharba, los Brambllla, y otros de que ni aun queda memoria), para conmemorar el nacimiento de sus hijos. Al principio fueron pequeñas; pero luego los señores empezaron á competir sobre quién las construía más altas, y llegó á haber algunas de una elevación prodigiosa. Estas fueron las que se hundieron más pronto... no sin graves daños para la ciudad. ¡Como eran tan altas y tan endebles, el menor terremoto las derruía! — Y lo mismo les pasa á los soberbios...

Confesad que mi cicerone de hoy vale un mundo.

Cerca del oscurecer, el señor cura hizo una paradita de las suyas, y me dijo:

Amigo mío (permítame usted darle este nombre), yo me retiro á casa...

—Señor cura, tendré el honor de acompañarle á usted...

—No lo permito, á menos que quiera usted tomar posesión de ella y acompañarme á hacer colación.

—Le doy mil gracias; pero harto he abusado de su bondad. Si usted quiere venir á mi pobre albergo...

—Está usted en la puerta...

—¡Oh! ¡qué bondad! ¡me ha traído usted hasta aquí!

—¡Nada! Descanse usted, que mañana tiene que hacer un viaje.

De buena gana seguiría copiando la larga serie, no de cumplidos, sino de requiebros y protestas del alma que nos hemos dirigido todavía antes de separarnos el señor cura y yo. Tendría una complacencia en ello, aunque sólo fuera por no olvidar nunca las afectuosas palabras del respetable anciano y aquellas en que yo le he expresado mi gratitud y reconocimiento; pero temo enojaros con semejante relación, y habré de limitarme á deciros que el buen viejo lloraba cuando me dijo adiós, y que yo me quedé clavado en mitad de la calle, como una de aquellas macilentas torres» procurando darme cuenta de la profunda emoción con que veia desaparecer para siempre á aquel personaje que dos horas antes me era desconocido.

¿Quién sabe? ¿Quién conoce los parentescos ignorados, físicos ó espiritueles, que mediarán entre personas que se crean estrañas? ¿Quién me dice á mi que este padre cura no es un alma española en un cuerpo italiano? ¿Quién me puede convencer de que su cuerpo no es una renovación del de cualquiera de los españoles que murieron en Pavía hace trescientos treinta y cinco años? ¿Quién me asegura que su cuerpo y hasta su alma no descienden de algún personaje con quien yo simpatizo al través de la historia?