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DE MADRID A NAPOLES

alma poéticas vibraciones; pero cuando se extienden mas allá de la historia de nuestra raza; cuando nos hablan de civilizaciones anteriores á la nuestra; cuando nos revelan otro mundo completamente extraño á nuestra genealogia histórica, lo que despiertan en el espíritu es una glacial filosofía, una ráfaga de muerte, que aniquila y barre todas las imágenes que son vida de la vida y sustancia de la imaginación. —Un sepulcro de la Edad Media, por ejemplo, se contempla por todo latino con amor, con devoción, con reverente melancolía... Diríase que á él nos une un sentimiento filial y religioso... Pero las ruinas de Palmira, una sepultura pelasga, un jerogliíico de Tébas, nos inspiran graves y áridos pensamientos y una indiferencia estoica muy semejante á la misantropía.

Estas eran al menos mis ideas al contemplar las momias del Museo egipcio. — ¡Tenia ante mi vista una infinidad de cadáveres , cuya carne, cuyos ojos, cuyos cabellos, cuyos dientes, cuyas facciones todas se conservan de tal modo, que, si volviesen á la vida tal y como se hallan, de seguro se reconocerían los hijos y los padres, los amigos y los enemigos, los amantes y las amadas, los deudores y los acreedores, los vasallos y los reyes! —¡Y, sin embargo, hace cuatro mil años que aquellos cuerpos se despidieron de sus almas! ¡Hace cuarenta siglos que yacen en aquella postura, que duermen con aquel gesto, que están liados con aquellas fajas de engomada tela!

Ruego encarecidamente á mis albaceas testamentarios (que nombraré con el tiempo), que no me embalsamen de manera alguna, ni me sepulten en ataúd incorruptibte, ni tan siquiera me entierren en un nicho de los que se estilan hoy. —Volvedme á la tierra cuando la tierra me llame. —No me leguéis á la sacrilega curiosidad de futuras generaciones. ¡Que no me vea yo... esto es, que no me vean á mí lasgenlfes con el poco amor, con el ningún miedo , con la falta de respeto y hasta de asco con que miro yoahora á estos infortunados egipcios! — ¡Infortunados, sí! — ¡Hace cuatro mil años que se les niega la madre tierral — ¿Qué destierro podrá compararse con el suyo?

Desde el Museo me fui á la Superga.

La Superga (de la que no sé como no os he hablado ya muchas veces) es la mas alta cumbre de la serie de colinas que llevan el nombre de Montes de Turin y de que forma parte el Monte de los Capuchinos que ya conocemos.

Sobre aquella eminente cumbre levántase un hermoso Templo, que se divisa á muchas leguas de distancia por cualquier parte que se acerque el viajero á la capital del Piamonte.

En aquel Templo duermen el sueño de la muerte los Reyes de Cerdeña. —Es, como si dijéramos, el Escorial de la dinastía de Saboya.

De Turin ala Superga hay dos leguas escasas, pero muy penosas, en razón á que se componen de ásperas cuestas y complicados rodeos. Para llegar en carruaje á la misma puerta de la Iglesia, hay precisión de en-