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DE MADRID A NAPOLES

Turin encierra doce Teatros, de los que casi todos están cerrados todavía. —En ellos se dan durante el invierno representaciones de ópera italiana, de bailes franceses, de comedias, dramas y tragedias en francés y en italiano, de autómatas, de ejercicios ecuestres y de juegos malabares.

Pero esto no es lo convenido: yo no escribo la Guia de Turin, sino mis propias impresiones. —Apresuremos, pues, á referir y copiar aquellas escenas y panoramas que más nos hayan sorprendido en esta capital, y levantemos el campo sin pérdida de tiempo. — El tren para Alejandría sale á las diez de la mañana, y ya son las ocho y media...

Empezaré por deciros que los tres hermanos ingleses se humanizaron al fin; que he tomado el té con ellos estas últimas noches; que me he visto obligado á hacerles un plan de viaje por España, y que me han confesado que se rieron mucho á nuestra costa cuando vieron el Album de la Flechere, donde se contentaron con escribir, debajo de nuestra frase y de nuestros nombres, esta elocuente y tremebunda nota:

<<Isabel y Juana W..., menores de edad, naturales de Londres, leyeron las anteriores palabras á los dos dias de ser escritas.»

— iHorror! ¡Horror! ¡Horror!... digo yo, como dice Shakspeare.

En cambio de esta mortificación, las encantadoras inglesas nos han proporcionado muy buenos ratos, ora luciendo su habilidad al piano, ora cantando baladas escocesas, ora mostrándonos sus albums de dibujo, ora (y esto era lo mas delicioso) dejándonos contemplar estáticamente su peregrina hermosura, escuchar su dulce voz, recibir su modesta y tentadora sonrisa, respirar la atmósfera de gracia , de distinción y de pureza que las rodeaba, y por último, acompañarlas á la Estación del ferrocarril de Genova, y despedirnos allí de ellas y de su honorable hermano como buenos amigos, después de cambiar las señas de nuestra habitual morada, y de haber escrito ellos tres sus nombres en nuestras carteras, y nosotros los nuestros en las suyas...

¡Porque el caso es que se han ido!... ¡Ah! ¡Quién sabe si Mr. Iriarte me habrá abandonado por seguirlas!

Yo de mí sé decir que he estado á pique de enamorarme...

Pero ¿de cuál de las dos?

Esto es lo que no sé. —Mi corazón no podía comprender á la una sin la otra.— Eran dos figuras diferentes, que se completaban al reunirse. —Separarlas hubiera equivalido á deshacer un armonioso grupo de escultura.

Isabel era más alta y más fuerte. Tenia los ojos y los cabellos negros, la tez mate, los dientes como perlas, y el talle noble y gentil como el de Juno. —Juana era rubia, de ojos azules, blanca y delgada, alegre y chispeante. —Sin Juana no hubiera sonreído nunca Isabel. —Isabel prestaba en cambio su serenidad melancólica á la impresionable Juana. —Eran, en fin, dos flores de un mismo tallo. —La una era la gracia v la otra la her-