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DE MADRID A NAPOLES

sala sin asientos; también en él asiste el público á la representación con la cabeza cubierta; también en él hay sedie chiuse..., por cierto bastante incómodas.

En cambio, los palcos de primo y secando ordine estaban esta noche ocupados por la mejor sociedad de Turin; ó sea por la parte de ella que no se halla en el campo.

Dábase un baile titulado La Esmeralda, cuyo argumento está sacado de Notre Dame de París.

La señorita Salvioni, la heroína de la fiesta , es una bailarina muy hermosa, aunque demasiado alta para sílfide, y excesivamente propensa á la traspiración... —Por lo demás, baila bien, vera aplaudida con locura.

Pero no ha sido seguramente el espectáculo lo que más acaba de llamarnos la atención en el teatro Carignan; sino un célebre personaje que formamaba parte del público.

Este personaje se encontraba solo en el palco-platea de proscenio de la derecha, sentado de espaldas á los espectadores, que solo velan de él á veces los muchos periódicos que iba leyendo y depositando en otro sillón.

Era el Conde de Cavour.

Siempre que la Salvioni aparecía en escena, el presidente del Consejo de Ministros dejaba los periódicos; avanzaba al antepecho del palco, y fijaba sus gemelos en la voluptuosa Esmeralda.

En torno nuestro decia la gente que el noble Conde se perece por e baile y las bailarinas.

Cavour es hombre de unos cincuenta años, grueso, de pequeña estatura, elevada frente y vivísimos ojos, que relucen al través de las gafas; descuidado, aunque decoroso, en el traje; con más aire de sabio, de bliómano ó de arqueólogo , que de diplomático ó de guerrero; sencillo, en fin, y llano en su aspecto y actitudes.

Yo le comuniqué estas observaciones al individuo del público que me habia dicho: —Aquel es Cavour...

—Pues si conociera usted su vida, contestó mi vecino, vería usted que corresponde perfectamente á su figura. Cavour se levanta á las cuatro d e la mañana y estudia hasta las seis. A esa hora empieza á despachar los dos ó tres ministerios que tiene siempre á su cargo. A las diez puede usted verlo dando un paseo á pié por las calles de Turin. A las once viene al café del Cambio (que se halla al lado de este teatro) , donde almuerza confundido con la multitud. Después va á palacio ó al Consejo de Ministros. En seguida al Parlamento. Luego come espléndidamente. A la noche recibe á los diplomáticos ó da audiencia pública. A las diez viene un rato á er bailar, á leer los periódicos estranjeros, á hablar desde su palco con las bailarinas y á aplaudirlas con el furor que usted ve. Desde aqui se va á hacer alguna visita particular, y á las doce se mete en la cama. Esta quiere decir que solo duer me cuatro horas