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DE MADRID A NAPOLES

por último, para un caso de necesidad, contábamos con los puños del moro, que deshace las piedras con los dedos y echa por tierra al cabal o que le desobedece... — ¿Quién sonó nunca tan completa felicidad?

Ufanos, pues, y alegres, como triunfadores por país conquistado, entramos en la Via di Po, en cuyas anchas galerías (llenas de gente, de tiendas, de anuncios, de puestos de libros y de frutas, de estamperías, de muestras fotográficas y de cuantos objetos é industrias pueden dar idea del movimiento social de un pueblo) vagamos á la ventura, flaneamos, como dicen los franceses, observando, leyendo, comparando; haciendo preguntas, juicios y comparaciones; formando cálculos; entregándonos á reflexiones serias; diciendo chistes inocentes, y sobre todo, procurando sacar, deducir, extraer de tantas cosas el espíritu popular, la opinión pública , la conciencia y el deseo de la nacion.

Si algo enseñan los viajes es precisamente esto. — En vano es que un país trate de ocultar su índole; de disfrazar sus tendencias; de negar, por boca de sus gobiernos, sus odios, sus ambiciones, sus simpatías, sus esperanzas... V en vano es también que os presenteis en ese país con antiguas opiniones (con preocupaciones, por mejor decir), con pasión de partido, con propósito firme de encontrar solamente lo que os agrade... — El país hablará á pesar suyo, y vosotros escuchareis á pesar vuestro. La sensibilidad os irá enterando poco á poco de la verdad de las cosas: esta verdad so desprenderá de todas partes, de lo animado y de lo inanimado, como un efluvio, como un perfume, y os penetrará por los poros hasta formar en vuestra conciencia una íntima convicción. — Demasiado sé que si esta verdad os disgusta; si se opone á vuestros intereses; si [os coloca en contradiccion con cuanto habíais proclamado antes, podéis ocultarla, y hasta negarla en alta voz; pero la llevareis eternamente en lo íntimo del espíritu, como un remordimiento, como un miedo, como una luz inestainguible encerrada en un sepulcro!

De esta manera fatal, indeliberada, irresistible, he adquirido yo hoy ciertas opiniones y creencias (que ya irán apareciendo en mi discurso), á medida quo iba considerando la forma en que estaban expuestos en la Via di Po los retratos de Pío IX, de Víctor Manuel , de Cavour, de Napoleón y de Garihaldi; el lujo y el precio de cada uno de ellos; los atributos que los adornaban; el modo que tenia el mercader de pregonar su venta; la venta que hacia; la expresión con que los miraban los soldados, los milicianos, los clérigos y las mujeres; lo que estas gentes exclamaban ó se decían; cómo trataban los bersaglieri (los zuavos del Piamonte) á los guardias nacionales; cómo se miraban los clérigos v los seglares: que libros servian de muestra en las innumerables librerias que inundan á Turin; qué titulos llevaban esos folletos que solo viven un día, y que son la espresíon cándida y sincera de lo que ocultan los diplomáticos; qué decían los periódicos callejeros, y cómo lo decian; y (en otro orden de cosas) qué precio tenían los géneros de los almacenes; qué valor la moneda; qué literatura los comerciantes; qué mañas los compradores; qué aspecto los