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DE MADRID A NAPOLES

su familia, un espejo en que retratarse ella, un reloj, una lámpara y otras muchas cosas que no recuerdo..., y con esto se dió por perfectamente alojada.

Victor Manuel, —en quien todos reconocen como sentimiento dominante el amor paternal, —no ha querido que se cambie cosa alguna en este singular aposento, que le recuerda á su hija ausente, y que á mí me ha dado ocasion esta mañana para discurrir cuanto me ha parecido acerca de la condicion humana; de las vanidades de la vida; de lo verdadero y de lo falso; de lo que pensarán los reyes cuando están á solas con su propia humanidad; de lo necesario y de lo supérfluo; de lo finito y de lo infinito; de la insuficiencia de los sentidus para complacer á la imaginacion; de lo limitada que es la vida y de lo ilimitado que es el deseo; de la impenetrabilidad «le los instantes, ó sea de la imposibilidad de vivir dos veces á un tiempo mismo; de la implacable marcha del tiempo, que no sale de su paso por nada ni por nadie; de la fatal precision de dormir: de lo que fuera un hombre ubiquo; de las diferencias que hay entre la nada y lo pasado, y entre lo pasado y lo futuro; de las fuerzas excedentes ó sobrantes del alma; de nuestra loca aspiracion á una nocion absoluta; de los afanes gratuitos ó injustificados de la imaginacion; de la máxima profundísima: Ignoti nulla cupido... y de otras muchas cosas que aún me bullen en la mente, pero que me fuera imposible representar por medio de palabras.

Porque esta es la verdad. —Nosotros no sabemos lo que sabemos; nosotros no nos damos Cuenta de lo que pensamos; nosotros no nos oimos...

Nosce te ipsum (¡conócete!) decia un filósofo...

¡Yo lo creo imposible! —Por más atencion que presto á las voces de mi alma, no acierto á percibir sino muy pocas, y esas confusamente...

El que muere abrasado por un rayo, no ve el rayo, ni lo siente siquiera, ni menos se da cuenta de lo que le ha ocurrido...

Pues casi lo mismo, aunque en sentido inverso, acontece con ciertas ideas, —que pasan por nosotros sin que las veamos, y de las cuales solo sabemos que pasaron ya...

¿No habeis formado alguna noche el necio empeño de saber cuando os dormís, de tener conciencia de vuestra última idea, y de poder deciros: «¿Todavia estoy despierto...—Ya no lo estoy...?»

¡Pues tan necio fuera empeñarnos en saber algunas cosas de las que pensamos despiertos!

Diríase que nuestro pensamiento es una bola maciza de oro puro, de la cual solo podemos ver una parte de la superficie.—El que lograse ver á un mismo tiempo, de una sola ojeada (¡oh qué absurdo!), todo el oro que contiene esa bola, átomo por átomo (¿pero qué hablo de átomos?) , reduciendo el metal á 'mera superficie... (lo que ni aun se puede imaginar); el que hiciera eso (cual si la materia no fuese divisible hasta lo infinito, y cual si la fraccion mas infinitesimal no guardase otra masa escondida); el que eso consiguiera (lo cual equivaldria á convertir la materia en espí-