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i50 DE MADRID A ÑAPÓLES.

Pero sijjiímos adelanto. — El Palacio del liey de Italia se halla hoy lodo revuelto y desordenado, á causa de estarse enviando á Ñapóles algunos de sus mu-^bles, y por haberse ya empezado á preparar las habitaciones para el invierno. Han llamado, sin embargo, mi atención, por su magnificen- cia y por otras consideraciones, primeramente: el Salan del Trono (donde hace pocos dias reamaron tan importantes mensajes y discursos , con motivo de las anexiones de Parma , Módena, Toscana y parte de los Es- lados ponlilicios) y después la Sala del Consejo, donde el rey tratarla el año pasado con sus ministros todas estas cosas que nosotros vamos le- yendo li»y en los periódicos á medida que suceden.

Mas ¿qué digo? Ea mesa redonda que se ve en medio de aquel aposento, cubierta con un tapete verde, y rodeada de ocho ó diez sillones, entre los que sobresale el destinado al rey, pudiera contar otras escenas aun más curiosas. — Figuraos que lleva veinte años de asislir al Consejo de Minis- tros! — Alli, pues, dijo Carlos Alberto la primera palabra de esta Revolu- ción que hoy ha tomado tanto cuerpo... ;.,

En otra magnífica estancia me han mostrado la cama en que falleció la madre de Victor Manuel; y, en un reducido gabinete, la trampa ó es- cotillón con que bajaban al jardin á su esposa, la encantadora María Ade- laida, que, como sabréis acaso, murió de consunción hace poco tiempo.

he llamado encantadora áesta princesa, porque tal me ha parecido 

en lus muchos retratos suyos que he visto en el Palacio; porque la fama lo alirma también asi, y sobre todo, porque los piamonteses, que no pe- Ciin de místicos, la tienen en opinión de Santa.

Pero lo que más me ha interesado en esta regia morada ha sido el aposento que habitaba ordinariamente la princesa Clotilde, hija de Víc- tor Manuel, casada con el príncipe Napoleón. — Excusado es decir t{ue la princesa (Molilde tenia designado en ol palacio un vasto departamento, compuesto de tantos salones y gabinetes cuantos son los ordinarios usos de la vida. — (gabinetes y salones á cual más espacioso y magnítico)... — ■ Pero como no pi^r ser reyes ó príncipes se tiene más de un cuerpo ni más de un alma (y gracias si los que se tienen valen algo), aquella joven se procuró el siguiente nido en la fría soledad de su anchurosa vivienda.

Los muros del palacio son gruesísimos, y los balcones muy grandes; »ie donde resulta que rada hueco de aquellos tiene unas tres varas de Sondo por cuatro de ancho y como seis de altura ; espacio que dejan ais- lado y oculto, al caer, los grandes cortinajes de los aposentos. — Ahora bien; la princesa empezó por huir del salón al gabinete; luego huyó del gabinete á la alcoba; después se refugió en el tocador; del tocador pasó al cuarto del baño; y, encontrándolo todavía demasiado grande para una persona sola, demasiado alto de techo, demasiado mudo y solo, se es- condió detrás de una cortina y fijó su residencia en el hueco de un bal- cón. — Allí hizo poner un diván, un taburete, una mesa, un diminuto es- tante con una biblioteca cu miniatura, dos jarros de llores, un recado de escribir, una jaula con uu niiseñor, un costurero, pequeños retratos de

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