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DE MADRID A NAPOLES

Al término de aquella comarca hicimos alto en Vercelli.

Este nombre suscitó tambien en mi mente algunos pálidos recuerdos de las cosas que aprendí cuando viajaba por la Historia.

A las puertas de Vercelli derrotó Mario á los Cimbrios.—Es decir, que hace veinte siglos, ya corría en estos campos la sangre teutona mezclada con la lutina.—Los cimbrios que escaparon de aquel terrible combate, tuvieron por conveniente refugiarse en España, donde, si no me equivoco, no fueron mejor recibidos... —Ahora : de lo que sí me acuerdo es de que Vercelli fue tomado despues dos veces por los españoles; la primera, en tiempo de Felipe 1Y, y la segunda, durante la Guerra de Sucesion...

¡Pero fuera el cuento de nunca acabar, si yo hubiera de citar una por una todas las glorias de España que recuerda el territorio en que he penetrado! —Baste decir que desde los Alpes hasta el Etna, apenas hay un Pueblo, un arroyo, una montaña que no hayan regado con su sangre nuestros mayores.—En Turin como en Milan, en Nápoles como en Roma, tremoló un tiempo la bandera de Castilla, y cuando el Nieto de los Reyes Católicos daba sus leyes á dos Mundos, este poderoso reino de Italia que no acierta á constituirse era una de tantas provincias españolas...—¡Ah! ¿Qué nos valió!!

Respondiéndome estaba yo á esta pregunta, con los ojos fijos en las luces que se veian sobre las murallas de Vercelli, cuando el pito de la máquina me sacó de inútiles cavilaciones, y el tren siguió su camino.

Hora y media despues llegábamos á Chivasso.

De allí en adelante empezamos á ver á nuestra izquierda un ancho y poderoso rio, que ya no nos abandonó hasta Turin...

Era el Po.

De sus copiosas aguas se desprendia una vaga niebla que empañaba la claridad de la luna, impidiéndonos ver el paisaje.

¡Salud al Po! dijimos al columbrarlo. ¡Salud al viejo Eridano, sepulcro de la soberbia de Faeton! ¡Salud al más potente rio de Italia !

El Po nace en el Monte Viso, á pocas leguas de Turin; recibe en su seno más de cien rios desprendidos de toda la cadena de los Alpes, y recorre la Alta Italia de un extremo á otro, hasta ir á morir en el Adriático.

En aquel momento iba yo viajando contra su corriente, Ó sea en inverso sentido que él; pero ya vereis que más adelante seguiré su mismo curso; lo acompañaré en su marcha de cien leguas; lo saludaré en Paía, en Piacenza y en Ferrara, y llegaré con él á avistar las saladas ondas que estrechan en sus brazos á Venecia.


A todo esto Turin se nos venia encima. Las casas de campo principiaban á menudear á los dos lados de la via férrea...