DE MADRID A ÑAPÓLES. i37 vista , si el que se asoma no carece de ella ; — pues la pobre estatua no ve nada por sí sola , á pesar de tener los ojos tan grandes...; fenómeno muy común en los buenos mozos.— La longitud de la cara del Santo es de siete pies y medio; la nariz no baja de dos pies y siete pulgadas, y en cuanto á la boca... ¡desgraciado el que tuviese que dar de comerá un abismo semejante!... Finalmente: dentro de la cabeza caben cuatro personas de un tamaño regular; por ejemplo: cuatro cabos de gastadores.
Esta verdadera maravilla se erigió en iG97. Costó unos 4.000,000 de reales, y fue modelada por Cerano y ejecutada por Ciro Zanlla y B. Falconi.
En Arona, donde desembarcamos felizmente, no encontramos nada de
particular, fuera de un magnífico retablo de Guadenzio Vinci, que vale
todo lo que cuesta el subir á Santa Maria.
Iriarte y yo subimos, á pesar de bailarnos muy cansados.
Después nos dirigimos al camino de hierro (Strada-ferrata en italiano) y tomamos billetes para Turin.
Esto no se verificó sin que palpitásemos de gozo, y quién sabe si de pena, al darnos cuenta de que con aquelpaso acabábamos de comprometernos á realizar en pocas horas algunos deseos de toda nuestra vida.
Los que se casan enamorados deben de experimentar, al amanecer el dia de su boda, una emoción de pesar y de alegría , semejante á la que me causó á mí el tomar aquel billete.
—Cuando esta noche me duerma (pensaba yo), habré pasado ya por Novara; habré visto los campos de Magenta ; habré dejado de desear y esperar conocer á Turin.
Así somos.—A todos nos gusta el mañana más que el hoy, y el ayer más que el hoy y que el mañana. — ¡Si hay algo más bello que lo que se desea, es lo que se pierde!
A lo menos yo, cuando deseo una cosa, la creo plata; cuando la tengo se me figura cobre; y cuando la recuerdo, me parece oro.
Digo más: yo me he creído desgraciado todos los días de mi vida; y sin embargo, no hay entre todos ellos uno solo que no eche de menos ahora, y cuya pérdida no lamente como una felicidad pasada...
¡Ah! El tiempo es como las medicinas; un poco amargo de tragar; pero, después que se ha tragado , hace mucho bien á nuestro espíritu...
Por aquí iba yo en mis reflexiones, cuando dieron las cuatro y la campana de la estación nos llamó al tren.
Un empleado del ferro-carril pregonaba en tanto á grandes voces los principales puntos para donde se admitían pasajeros
—¡Novara! —¡Verceli! —¡Torino! (Turin) —¡Milano! (Milán) -¡Alessandria —¡Génova!... gritaba aquel hombre, sin adivinar el combate de