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DE MADRID A NAPOLES

en el macilento rostro del pobre Ingles...— que iba dormido en la berlina.

Detrás de nosotros se descubrian las lejanas cumbres del Breithorn, del Jungfrau y del Monch. —Es decir, que la Suiza se nos aparecia entera... en el mismo instante que íbamos á abandonarla.

La diligencia rodaba ya sobre nieves y hielos, y las casas de posta en que se mudaba tiro tenian el nombre de Refugios.

Esto significaba que dependian de la benéfica asociacion que fundó los Hospicios del San-Bernado, del Simplon y otros muchos, como diremos adelante.

Pero lo que mas nos sorprendia y maravillaba en este viaje era la Carretera que ibamos recorriendo.

El trazado no podia ser mas atrevido, y las obras de fábrica asombraban por su grandiosa solidez. En todo el camino no hay un solo palmo de terreno en que no se hayan vencido inmensas dificultades. Unas veces se pasa por anchas cornisas talladas en la roca; otras por puentes de estraornaria altura tendidos sobre abismos espantosos; ora bajo galerias que protegen á los viajeros contra las avalanchas; ora por túneles abiertos en el hielo y el granito. En un paraje tropezó el ingeniero con. el lecho de un torrente, que servia de desagüe á un glacier elevadísimo, y venció la dificultad construyendo un acueducto que arranca de los mismos hielos, conduce el agua sobre un arco por encima del camino, y la precipita al otro lado de él en forma de cascada. Mas lejos, la carretera es un corredor, con balcones que dan á profundos despeñaderos, en los cuales la vegetacion, las rocas y las aguas presentan á cada momento preciosísimos cuadros. —Asi caminais horas enteras , bajo techado y de balcon en balcon cual si fuérais llevado en diligencia por los claustros de un convento ó por las galerías de un palacio.—Poco despues os encontráis sobre una muralla que arranca del hondo barranco y que parece construida por titanes.— Aquí ruge la catarata sobre vuestra cabeza; allá rueda el alud bajo vuestros piés.—En una ocasion os veis sepultados bajo corpulentas moles que amenazan cerrar la vía.—A los pocos momentos os creeis suspendidos en el aire y próximos á caer despeñados en tenebrosos precipicios.—Y cuando llevais muchas horas de andar de esta manera, volveis la cabeza atrás, y os encontrais con Brigg ú vuestros piés,—muy por debajo de vosotros... es verdad... pero tambienimuy cerca, —como teneis cerca una ciudad cuando subís al campanario que la domina...

Al fin llegamos á la cumbre, señalada por una cruz de madera.

Allí hacia un frio espantoso.— Por donde quiera que se miraba no se alcanzaba á ver mas que nieve.

Ya no veíamos á Brigg, ni el valle del Ródano, ni tan siquiera el horizonte de la Suiza...

Habíamos entrado en la gran meseta que constituye la cima del Simplon.

¡Dijérase que vogábamos por el cielo!