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DE MADRID A NAPOLES

da termina á la puerta de una especie de ventorrillo edificado sobre el borde mismo del monte.

Entremos, y desde sus ventanas contemplaremos á vista de pájaro todo el glacier...—que en español se traduce ventisquero, á pesar de que «ventisquero» es otra cosa muy diferente...

Y si no, veamos qué es un glacier...

¡Oh!... ¡qué asombro! —Asomaos... Mirad...

Su nombre lo dice... ¡Esta es una Mar de Hielo! —Pero una mar en cólera, petrificada en el momento del combate.—Desde aquí no se ve más que hielo y nieve: blancas montañas en torno nuestro: rocas de cristal por todas partes; agujas de plata que penetran en las altas regiones de la atmósfera; y, por en medio de una y otra mole, torrentes de alabastro bajando á abastecer este piélago mudo, inmóvil, aterrador como la muerte.—Y este mar, este inmenso rio, que se pierde de vista allá á lo lejos, á dos leguas de nosotros, está como volcado en un violento declive; está colgado, por decirlo asi; parece que se despeña, á la manera de poderosa catarata, amenazando sumergir valles y montes; y asi baja, y asi llega á un punto dado; y allí se detiene; allí termina de pronto, como si la clemencia de Dios le hubiera dicho ¡párate!, ó como si él, condolido de los estragos que iba á causar, hubiese refrenado su propia ira...—Por eso digo que se petrificó en el momento del combate.

Y lo mismo se puede asegurar de todas las cosas que nos rodean.— El rizado oleaje de la superficie de la Mar de Hielo; las amplias ondas que simula este hielo al arrastrarse por las vertientes de los montes; la violenta actitud de los témpanos supendidos en las alturas; la animada disposicion de las masas y sus menores accidentes; todo da idea del movimiento, todo revela que aquí hubo un período de accion, todo recuerda una pasada vida, como el gesto permanente de un cadáver traduce el último pensamiento del espíritu que huyó de él. —Diríase que en algun tiempo esta mar ha sido líquida; esos torrentes han fluido; esos montes han palpitado; esta soledad amortajada ha tenido voz y aromas, vida y actividad; y que repentinamente, en un súbito momento, el invierno asomó por encima de las sierras su cabeza de Medusa, conjelando, cristalizando, petrificando esta naturaleza.—La Mar de Hielo, en fin (y aquí terminan por ahora las metáforas), parece un mundo muerto, un planeta tallado en mármol, la estátua sepulcral de nuestro globo, ó la haz funeraria de la luna, tal como la hallamos en remotísima apariencia...

Con que digamos ahora en puridad lo que es la Mar dd Hielo y lo que son todos los glaciers del mundo, aunque para ello tenga yo que valerme del mismo que me lo ha esplicado, ó sea del célebre viajero suizo K. Badecker.

«En las altas regiones de los Alpes (dice); al principio de las nieves eternas (1), nieva siempre en vez de llover. Esta nieve, que cae en for-

(1) Los Alpes, considerados bajo el punto de vista de su elevacion, se dividen en Altos