LUCILA DE GREGORIO LAVvIÉ
y nunca llegarán a reconocer las jovencitas de hoy, lo que nos está costando la etapa!
Conversando con una matrona, reliquia de nuestras avan- zadas, me decía: “A Vds., les ha sido fácil la universidad. Ni siquiera pueden concebir lo que me costó recibirme de médica...”
Con sonrisa triste y la mirada lejana, evoca esas horas, satisfecha de su triunfo, sin importarle la incomprensión de sus contemporáneos.
Las muchachas no conocen ahora el miedo para afrontar la lucha por el porvenir, pero vacilan temerosas ante cualquier acto que signifique una transgresión a costumbres consagradas o viejos prejuicios.
Las jóvenes pueden hoy lograr alguna independencia, pero todavía, romper con la rutx:a es desafiar a la sociedad. La ac- tividad se limita y sufren el desequilibrio de una imaginación que forja planes que no puede realizar, y de una moral ve-
tusta que cireunseribe su campo de acción
La sociabilidad va perdiéndose a medida que crecen las casas de departamentos. Las visitas se han suprimido y los en- cuentros amistosos se realizan en las confiterías de moda. Si hay orquesta es más alegre, pero como hay tantas cosas que decirse, la música no se escucha y se sobrepasa su estruendo para hacerse oir. Ese es el acercamiento mayor entre las ami- gas que se quieren, .
Reconquistemos la sociabilidad; veamos el cielo azul y la campiña, aunque sea los domingos. Grocemos todos de agrada- bles vacaciones. Si hace unos años hubiéramos comentado estas posibilidades, se las hubiera tildado de utopías o idealismos irrealizables. Hoy solo se trata, del aporte del sentimiento co- lectivo, para una realidad inmediata.
Tenemos que colaborar todos con las mujeres casadas que necesitan o quieren ser socialmente productivas para: aliviar
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