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LUCILA DE GREGORIO LAVIÉ


la voz tonante de Sarmiento revolucionó el ambiente, transfor- mó sistemas e imprimió nuevos rumbos. ?

Desde 1854, Juana Manso, inició su campaña para la edu- cación de la mujer. Sabía que *“*el concurso de la mujer es indispensable para la educación del pueblo, porque sin su ayu- da no se realizó jamás una empresa loable en la humanidad”.

Propulsó las escuelas de ambos sexos como un medio de abrir para la mujer una carrera honorable que la pusiera al abrigo de la miseria o del desvarío.

Se lamenta en sus cartas a Mary Mann de que la mujer en esta parte de América estuviera condenada a la vida vege- tativa: “Las industrias no existen en el país, ni las recibiría en sus talleres si existiera”.

Trató de despertar la indiferencia de sus compatriotas y encender la chispa de las reivindicaciones sociales para mejo- rar su condición, mostrándoleg el mundo ignorado que se abría más allá de la casona colonial. Su nombre figura con el de Miss Peabody en una Sociedad para la promoción de los de- rechos civiles de la mujer.

En “Album de señoritas”? anuncia sus propósitos de ““emanciparlas de las preocupaciones torpes y añejas que les prohiben hacer uso de su inteligencia porque Dios no es con- tradictorio en sus obras y cuando formó el alma humana no le dió sexo””.

Juana Manuela Gorriti, otra precursora, realizó prédica feminista en sus escritos (1820-1894).

Las primeras escuelas normales para niñas les brindaron nuevas oportunidades para instruirse sin que se opusiera la barrera de los prejuicios.

En 1870 cuando Sarmiento atrajo al país las profesoras que organizaron nuestras escuelas normales, Norte América contaba ya con 500 mujeres profesionales. En 1889 se graduó nuestra primera médica, Cecilia Grierson; del 90 al 92, Petro- na Eyle, Elvira Rawson y Nélida Rasso; en 1939 eran más

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