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DAVID COPPERFIELD.

Algunos no pudieron resistir á la tentacion...

una peticion sobre un asunto que me interesaba vivamente; así, pues, me armé de todo mi valor, y aunque sorprendido de hablar, acabé por decir :

— Perdonadme, señor, si...

Mr. Creakle me interrumpió exclamando con su apagada voz :

— ¡Ah! ¿qué quiere decir esto? Y fijó en mí su mirada que parecia querer comerme.

Yo añadí tartamudeando:

— Perdonadme, señor, os lo suplico; os juro que siento en el alma lo que he hecho... Tened la bondad de decir que me quiten este rótulo antes que vengan los otros colegiales...

No sabré decir si Mr. Creakle lo hacia por asustarme ó lo hacia de veras, pero el caso es que se abalanzó sobre mí, y yo sin esperar á que me escoltase el hombre de la pata de palo me esquivé lo antes posible. No paré hasta la puerta de mi cuarto, y allí, viendo que no me perseguian, me acosté y estuve temblando lo menos dos horas.

A la mañana siguiente llegó Mr. Sharp, que era el primer maestro y el superior de Mr. Mell. Este último comia con los discípulos, pero Mr. Sharp comia y cenaba en la mesa del director. Era un hombre de aire delicado, con la nariz un tanto pronunciada y con la cabeza inclinada sobre un hombro, como si fuese demasiado pesada para él. Tenia el pelo rizado : el primer colegial con quien hablé me dijo que era una peluca, — segun él, comprada de lance, — y que Mr. Sharp salia todos los sábados, despues de comer, para que se la rizasen.

Precisamente el colegial que me dijo todo esto era Tommy Traddles, y trabamos conocimiento bien pronto.

— Ya habreis notado, me dijo, que mi nombre