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DAVID COPPERFIELD.

hizo por mi; ignorais tambien que hace tres me- ses, su cariño supo encontrarme en esta ciudad, para darme nucvas pruebas de su generosa simpa- tia; y yo que la acusaba de haberme olvidado como los demas. Ah! comprendo por qué han ce- sado esas dadivas; á su vez ha sufrido el cruel abandono que aguarda á las que se creen amadas por si mismas; pero Dios es justo : Emilia ha ex- piado ya una sola debilidad, y yo confio expigar una parte de mi vergiienza contribuyendo á atraerla i su segundo padre, porque, os lo aseguro, conser- va todos los sentimientos de la gratitud filial. Si, me consagro á esta mision, y si falto á mi pala- bra, haga el cielo que sufra una desesperacion mas. amarga todavia que la de hace pocos ins- tantes !

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Me remitieron un billete.

Al acompañar á Marta á la habitacion que tenia cerca de Golden-Square, quisimos aceptase cuanto contenia mi bolsillo y el de Mr. Peggoty, pero ella no consintió en tomar mas que la suma necesaria para pagar el alquiler de su casa.

- Para el resto, nos dijo, trabajaré; quiero ser digna de la confianza que me conceden, del bien que esperan de mi, ;tan miserable como soy! Re- cibir vuestro dinero seria dauar el primer pensa- miento noble que haya tenido mi imaginacion desde hace mucho tiempo. A partir de hoy, la cámara que voy á ocupar no es la mia, sino la de Emilia. Si como es probable viene á buscarme, aunque no mas sea que para saber noticias de Yarmouth, es-- tará en su easa mientras que yo correré á preveni- ros de su llegada.

La dejamos dándole nuestras señas, y dudando tan poco de ella como si fuera una santa la que nos hubiese dicho:

- Confiad en mi.