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DAVID COPPERFIELD.

Tal vez mi tia habia obrado muy á la ligera no hablando á Traddles antes de que dejase escapar al miserable.

Despues de esta explicacion, mi tia pudo aum contenerse, pero creo que vi una lágrima en sus ojos cuando dijo :

- Teneis mucha razon... deberia haberos ha- blado antes.

- ¿ Podemos hacer algo, Copperfield ó yo? pre- guntó Traddles.

- Nada, respondió mi tia, os doy mil gracias. Trot, es una vana amenaza. Pero podemos hacer volver á Mr. y mistress Micawber... no me hableis una palabra mas sobre ese asunto.

Al decir esto, mi tia habia recobrado su impasi- bilidad y miraba á la puerta.

Cuando entraron Mr. y mistress Micawber, les dijo :

- Ante todo, Mr. y mistress Micawber, os su- plicamos nos dispenseis por haberos dejado tanto tiempo á la puerla. Hemos discutido el proyecto de vuestra emigracion, y voy á deciros el arreglo que os proponemos.

Lo que hizo con gran alegria de toda la familia, padres y niños, pues tambien estos habian entrado esta vez.

Mr. Micawber no pudo resistir al deseo de pro- bar su habilidad para hacer letras de cambio, y en vano quisimos detenerlo; salió precipitadamente á comprar el papel sellado.

Pero su satisfaccion fué muy corta : al cabo de cinco minutos entró en compañia de un alguacil que lo habia arrestado al volver una esquina.

- Todo se ha perdido!... nos dijo llorando.

Estábamos preparados á este incidente, que, como es fácil adivinar, procedia de Uriah Heep, y en el momento libertamos al futuro emigrante, que cinco minutos despues llenaba los blancos del papel sellado con una satisfaccion parecida à la que ex- perimentaba preparando un ponche.

¡Cuán notable era su modo de contemplar las letras de cambio, de manejarlas artisticamente, como los grabados de un maestro, y de escribir en su libro de memorias las fechas de los vencimientos!

- Ahora, Mr. Micawber, dijo mi tia, que habia estudiado esta escena en silencio, si me permitis que os dé un consejo, renunciad para siempre al trabajo que acabais de hacer.

- Señora, respondió Mr. Micawber, os lo juro, y tengo la intencion de inseribir este juramento en la página en blanco del porvenir. Que mistress Mi- cawber lo confirme, y que mi hijo Wilkins lo re- cuerde; mas valiera para él meter la mano en el fuego que utilizarla en firmar letras de cambio. Son las serpientes que han envenenado la vida de su padre.

Profundamente eonmovido y pasando de la ale- gria á la desesperacion, Mr. Micawber lanzó á las serpientes una mirada de terror en la que lucia aum un resto de su reciente admiracion, las plegó cui- dadosamente y se las guardó en el bolsillo.

Con esto terminaron las ocupaciones de aquel dia, y mi tia y yo, fatigados y tristes, queriamos volvernos á Lóndres al dia siguiente.

Se convino que los Micawber nos seguirian des- pues de haber realizado su mobiliario; que la liqui- dacion de Mr. Wickfield se arreglaria lo mas pronto posible bajo la dircccion de Traddles, y que Inés nos acompañaria tambien á Lóndres durante estos arreglos.

Pasamos la noche en la antigua casa gótica, que parecia libre de un mal espiritu sin la presencia de Heep, y reposé en la habitacion donde pasaron mis años de estudiante, como un naufrago que encuen- tra de nuevo su hogar doméstico.

Al otro dia volvimos á la casa de mi tia, y no á la mia, y cuando nos sentamos en el saloncito an- tes de irnos á reposar, como otras veces, mi tia me dijo :

- Trot, ¿deseais saber lo que me pesaba en el corazon últimamente?

- Sin duda alguna, querida lia. Si alguna vez he creido que no era justo luviescis un pesar ó una inquietud sin que tomase en él mi parte, es en estos monentos.

- Habeis tenido bastante, de algun tiempo á esta parte, con vuestras propias penas, querido David, para que añadais mis sufrimientos. Es el único motivo que he tenido para ocultaros alguna cosa, Trot.

- Lo sé; pero, sin embargo, hablad, os lo su- plico.

- ¿Quercis que demos un paseo en coche ma- ñana por la mañana? dijo mi tia.

- Con mucho gusto, contesté.

- Mañana, á las nueve. Os lo contaré lodo, mi querido David.

A las nueve del dia siguiente subimos en un co- che de alquiler y nos dirigimos hácia Lóndres.

Despues de haber atravesado varias calles na