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DAVID COPPERFIELD.

- En efecto, prosiguió Traddles, vuestros con- solidados se vendieron en virtud de un poder que habiais remitido al estudio; no tengo necesidad de decir por quién ni con qué firma. El bribon hizo creer despues á Mr. Wickfield, y se lo probó con números, que habia dispuesto de este dinero para cubrir otros déficits. Mr. Wickfiel, no pudiendo satisfacer el interés de un capital que no existia para él, se hizo complice, aunque inocente, del fraude.

- O por mejor decir, replicó mi tia con delica- deza, se vituperó él mismo, escribiéndome una carta en la que se acusaba de abuso de confianza. Decidi darle la contestacion verbalmente, y me presenté una mañana en su casa, pedi una bugia, quemé su imprudente misiva y le declaré que debia callarse hasta que estuviese en estado de reembol- sarme, en cuyo caso pretendia recuperar mis fon- dos; pero, que de lo contrario, debia ocultárselo hasta a su misma hija... Silencio! si alguno me dice una palabra, salgo al instante.

Permanecimos mudos, mientras que Inés se ocultaba el rostro con sus manos.

- ¿ Con que, Mr. Traddles, prosiguió mi tia des- pues de un intervalo, habeis logrado realmente que ese zorro de Hcep devuelva su présa?

- El hecho es, contestó Traddles, que Mr. Mi- cawber habia tomado tan bien sus medidas, que no podia pasar de otro modo. Cosa notable : no ten- go la seguridad de si se ha apoderado de esa suma tanto por codicia como por odio á Copperfield. Me ha confesado que hubiese gastado gustoso las cinco mil libras por satisfacer su cobarde envidia.

- ¿Y qué se ha hecho de cse bribon? preguntó mi tia frunciendo las cejas.

- No lo sé á punto fijo, dijo Traddles; partió para Lóndres, en union de su madre, por la dili- gencia de la noche. La madre, durante el tiempo de nucstra informacion, no habia cesado de llori- quear, suplicar y felizmente hacer importantes re- velaciones. En cuanto á él, en su furioso despecho manifestó audazmente su maldad para con todos, y me hizo el honor de comunicarme que me tenia tanto rencor como á Mr. Micawber.

- ¿Crecis, querido Traddles, que le quede al- gun dinero? pregunté.

Estoy convencido, respondió Traddles, y eso me explica esa mezcla de audacia é hipocresia. Habia llenado bien sus bolsillos, merodeando á de- recha é izquierda. El mejor dia saldremos con que la araña ha tendido una nueva trama... Desdichado del que caiga en ella, y desdichado principalmente Mr. Micawher, del que es siempre acreedor.

- En verdad, dijo mi tia, esa deuda es como si fuera nuestra, y, mi querido Traddles, tal vez ha- briais debido empezar por saldarla.

- He pensado en ello, dijo Traddles; pero ¿cómo echar el guante á los pagarés que firmó Mr. Mi- cawber á su principal? porque hay mas de uno, y el total asciende á mas de ceien libras esterlinas. Espera ser arrestado de un momento á otro.

- Entonces, dijo mi tia, será necesario ponerlo en libertad, y aun no estaremos en paz con él, pór lo que propongo remitirle, separadamente, una suma de quinientas libras... Inés, querida mia, arreglaremos nuestras cuentas mas tarde, las dos solitas.

Traddles y yo juzgamos que quinientas libras no era una gratificacion exagerada; pero observamos que en vista del carácter del personaje, era en pro- vecho suyo dejarle contratar con nosotros una res- ponsabilidad legal que lo pondria en guardia con su imaginacion de hombre de proyectos, cuando estuviese en Australia.

Terminado este asunto, notamos que Traddles miraba aun á mi tia con inquietud, y crei de mi deber obligarle á que se explicase.

- Vuestra tia y vos, querido Copperfield, nos dijo, me dispensarcis si hago referencia á un peno- so recuerdo. No debeis haber olvidado que el mis- mo dia de la memorable delacion de Mr. Micawber, Uriah Heep lanzó una insinuacion amenazadora sobre el... esposo de miss Trotwood.

- No lo he olvidado, respondió mi tia sin pare- cer turbada.

- Tal vez, añadió Traddles, seria una imperti- nencia gratuita y sin fundamento.

- No, contestó mi tia.

- Dispensadme, dijo Traddles límidamente, si' os lo pregunto : ¿existia, en efecto, una persona con ese titulo, y estaba en la voluntad de Uriah Heep inquietar á esa persoua ó servirse de ella para inquietar á miss Trotwood?

- Si, mi estimado Mr. Traddles, respondió de nueyo mi tia.

Traddles explicó con desaliento que no habia podido resolver este incidente con Uriah Heep; lo mismo dijo de este asunto que de las letras y pa- garés de Mr. Micawber, que pretendia no tener en su poder.