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DAVID COPPERFIELD.

dedicado á Mr. Wickfield; ha excitado nuestra emulacion con el deseo de sernos útil, y por la uti- lidad real de que nos ha sido para hacer extractos, copias, etc., etc.

- Dick es un hombre muy apreciable, exclamó mi tia; siempre os lo he dicho, Trot.

- Miss Wickfield, añadió Traddles dirigiéndose å Inés con mucha reserva, tengo la dicha de comu- nicaros que durante vuestra ausencia, Mr. Wick- field ha tenido una visible mejoría. Libertado del demonio que por tanto tiempo ha dominado sus facultades, no es el mismo. Algunas veces parece haber recobrado su memoria y aptitud para los negocios; sin su auxilio, diversos puntos habrian sido inexplicables para nosotros; pero abreviaré los detalles para llegar.á los resultados obtenidos.

La amable sencillez de Traddles nos dejó com- prender que se expresaba así para que Inés espe- cialmente pudiese oir nombrar á su padre sin do- lor; quedamos todos encantados de su delicadeza.

- Ahora bien, dijo Traddles examinando los documentos que habia sobre la mesa, despues de haber contado nuestros fondos, puesto en órden todo lo que involuntariamente estaba confuso y lo que con intencion se habia enredado y falsificado, consideramos sumamente fácil probar que Mr. Wickheld podria continuar sus negocios sin pér- dida ni déficit.

- Bendito sea Dios! exclamó Inés.

- Pero, continuó Traddles, le quedará tan poco, aun admitiendo la venta de su casa, que tal vez seria prudente conservarle la administracion del dominio del que por lanto tiempo ha recaudado las rentas. Es una cuestion que debo consullar con su hija y amigos.

- He pensado en ello, contestó Inés, y he deci- dido que ni puede ni debe ser, á pesar de la opi- nion de un amigo que me inspira una viva gratitud y al que tanto debo; no, apreciado Mr. Traddles; no, mi querido Trotwood; puesto que mi padre está libre, y libre con honor, ¿qué mas puedo de- sear? Una sola aspiracion he tenido : si alguna vez lograba libertario de los lazos que lo encadenaban... pagarle una infima parte del amor y cuidados que le debo, dedicándole mi vida. Tal es, hace muchos años, mi mayor esperanza. Encargarme del porve- nir, será de hoy en adelante mi única felicidad.

- Habeis pensado en los medios para poder realizarlo, Inés ? le pregunté.

- Con frecuencia, mi querido Trotwood; no temo nada y estoy segura del éxito. Conozco aqui tantas personas que me aprecian! Estad tranquilo, nuestras necesidades son muy pocas. Puedo con- servar mi antigua casa y abrir una escuela; seré útil y dichosa.

El acento reposado y tierno de su sonora voz, evocó en mi mente el recuerdo de la antigua casa de sn padre y mi solitario asilo con colores tan vivos, que el corazon se me salia del pecho.

Traddles, silencioso como yo, fingió examinar detenidamente los documentos para ocultar su emocion, y luego dijo, dirigiéndose à mi tia :

- Hablemos ahora, miss Trotwood, de los fon- dos que os pertenecen.

- Todo lo que puedo decir, respondió mi tia suspirando, es que si se han perdido puedo sopor- tar la pérdida, y si no se han perdido me agradari mucho recobrarlos.

- Si no me equivoco, dijo Traddles, eran ocho mil libras esterlinas en consolidados.

- Precisamente ocho mil libras, respondió mi tia.

- No puedo encontrar mas que cinco, dijo Traddles perplejo.

- ¿ Cinco... mil? preguntó mi tia con la mayor serenidad.

- Cinco mil libras çsterlinas.

- Es todo lo que habia, replicó mi tia, pues yo misma vendi las otras tres mil, de las cuales pagué mil en el estudio de Mr. Spenlow por vuestra pric- tica, Troot, y tengo aun las dos mil restantes. Cuando perdi el resto de la suma, crei prudente no decir nada de esta cantidad, descando guardarla secretamente para los malos tiempos. Queria ver cómo saldriais de apuros, Trot... Habeis salido noblemente, con perseverancia, valor y desinterés. Dick ha hecho lo mismo que vos. ;Oh! no me ha- bleis, querido sobrino... estoy un poco nerviosa.

Nadie lo hubiera supuesto al verla con la cabeza erguida y los brazos cruzados sobre el pecho; pero tenia una gran fuerza de alma.

- Entonces, exclamó Traddles con alegria, pue- do manifestar que no habeis perdido nada.

- No me feliciteis, dijo mi tia. Decidme cómo es eso, Mr. Traddles.

- ¿Pensabais, respondió Traddles, que Mr. Wiekfield en persona habia sustraido vuestros fondos?

Sin duda, dijo mi lia, esa es la razon por la que no dije una palabra... Ni una silaba, Inés, os lo suplico.