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DAVID COPPERFIELD.

términos mas claros y precisos, de la bajeza de mi carácter, de la pobreza de mi familia y de mi com- plicidad moral, ó mejor dicho inmoral, con ; Heep !

¿Tendré necesidad de decir que en breve me vi obligado á solicitar un adelanto para mantener å mistress Micawber y nuestra jóven posteridad? ¿ Tendré necesidad de decir que esta urgencia habia sido prevista por Heep; que estos adelantos fueron garantizados por billetes, letras de cambio y otras obligaciones en un papel muy conocido de los agentes judiciales de la Gran Bretaña, y que me encontré así enredado en la trama que la araña me habia tendido?...

Mr. Micawber hizo una pausa para gozar de su retórica epistolar, y continuó:

- Entonces Heep empezó á admitirme en su confidencia, pero lo menos posible que le era útil para la realizacion de su infernal ocupacion. En- tonces empecé, si puedo expresarme en términos shakspearianos, á disminuirme, á en flaquecerme, á languidecer; porque tuve que prestarme å sucesivas falsificaciones que tendian á cegar al infortunado socio de Heep, en provecho del bribon, que á pesar de esto profesaba la gratitud mas tierna á su vícti- ma! Pero lo peor queda aun por descubrir, como lo observa el filósofo danés del gran poela, ¡del poeta universal que fué el ornamento del siglo de Isabel!

Despues de una nueva pausa, consagrada men- talmente, sin duda, á admirar esta poética manera de introducir una cita, añadió :

- No tengo la intencion de hacer entrar en el limite de esta denuncia epistolar la lista dela- llada de todas las maniobras fraudulentas à las que he prestado mi tácito concurso. Pero esta lista existe separadamente, porque despues de haber fluctuado un momento entre ser y no ser, entre tener pan y no tenerlo, resolví aprovechar el con- curso que me exigian para las cosas de poca monta, á fin de descubrir las de mayor interés. Si, obedeci á ese motor mudo que tiene todo hombre en si mismo, su conciencia, y al mismo tiempo al respe- tuoso sentimiento que me inspiraba la presencia visible de un ser angelical... ¿es necesario que nombre á miss W...?

Nueva pausa de admiracion.

- Me contentaré con reasumir mis principales acusaciones contra llcep en los términos siguientes:

Mr. Micawber se puso en guardia, segun la ma- nera con que colocó la regla bajo su brazo izquier- do, y nosotros respirábamos apenas para escu- charlo mejor...

Estoy seguro que no era Uriah de los menos atentos à la leetura.

- Primeramente, cuando por una causa que es inútil mencionar aquí, se debilitó la memoria de Mr. Wickfield y se confundieron sus ideas, lHeep complicó y enredó todas las transacciones del estu- dio. Secundariamente, cuando Mr. Wickficld esta- ba en el peor estado para entregarse al trabajo, Heep se le presentaba para someterle algunos do- cumentos importantes, ó de supuesta importancia, que era urgente firmar en el momento. Asi obtuvo su firma para disponer de sumas considerables y tomar otras prestadas para necesidades imagina- rias. Asi Mr. Wickfield se encontró haber cometido actos que, comprometiendo su fortuna y su probi- dad, lo ponian bajo la dependencia de lHleep, á quien debia, ademas, personalmente, doce mil libras esterlinas.

- Si aceptais esa acusacion, Copperfield, excla- mó Uriah dirigiéndose á mi, tendreis que suminis- trar pruebas... ¿entendeis?

- Las pruebas no faltarán, interrumpió Mr. Micawber. Preguntadle si está seguro de que el fuego haya consumido enteramente cierto registro de que los inquilinos que lo reemplazaron en su antiguo domicilio podrian darle algunas noticias. Esos inquilinos son mistress Micawber y yo, que hemos recogido eserupulosamente las preciosas cenizas... Preguntadle si antes de falsificar la firma de Mr. Wickfield no se ha ejereitado en un librito de memorias, donde hay tambien los borradores de varias actas. Ese libro cestá entre mis manos.

El aspecto triunfante de Mr. Micawber hizo tal impresion en la madre de Uriah, que exclamó turbada :

- Uriah, hijo mio, sed humilde y haced un compromiso.

- Madre mia! replicó Uriah, quereis callaros! Os han atemorizado y no sabeis lo que os decis... ¡ Ser humilde! repetia mirándome sardónicamente. A pesar de la humildad que he tenido siempre, he humillado á algunas de las personas presentes.

- En tercer lugar, dijo Mr. Micawber volviendo á su manuscrito, estoy en el caso de poder probar que, por la falsificacion de los registros del estudio, por actas imaginarias, por supuestos empréstitos, de los cuales IHeep solamente ha suministrado los fondos, á un interés fabuloso, por pretendidas es-