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DAVID COPPERFIELD.

como tomates, con un pestorejo como un toro, de mal carácter y de peor lengua. Desprecia y habla mal sobre todo de los discípulos del doctor Strong.

Dice públicamente que si necesitan de alguien que les dé una leccion, él puede llenar esas funciones. Designa por sus nombres á algunos de ellos — incluso yo, — á quienes se atreve á tirar al suelo con una sola mano y la otra atada á la espalda. Si sorprende á algunos de los medianos, les administra unos cuantos sopapos, y por ellos me envia retos tan insolentes, que es causa mas que bastante para que me decida á aceptar el combate que se me propone.

Es una noche de verano : el duelo tiene lugar al pié de una pared derruida, extra-muros de la ciudad, en la hondonada de un antiguo foso cubierto de cesped. Llego al terreno acompañado de mis padrinos, que son cuatro condiscípulos : el carnicero ha escogido los suyos; otros dos carniceros, un aprendiz de dentista y un limpia-chimeneas. Como el duelo ha sido ya ajustado de antemano, nos pusimos frente á frente en mangas de camisa. En un abrir y cerrar de ojos, el carnicero me asestó un puñetazo encima de la ceja derecha que me hizo ver diez mil estrellas. Un instante despues, yo ya no sé ni donde está la tapia, ni yo mismo, ni mis padrinos; devuelvo como Dios me da á entender los puñetazos que recibo, y ya tambaleamos los dos contrincantes, pero echo de ver que solo pego á la casualidad. En fin, caigo aturdido; todo dá vueltas á mi alrededor, y cuando entreabro el párpado, reconozco al carnicero que, cumplimentado por sus cuatro testigos, se aleja poniéndose su chaqueta; de lo cual saco en limpio que él es el vencedor.

Me llevan á mi casa en un triste estado; me ponen encima de los ojos biftecks crudos, se me fricciona con vinagre y aguardiente en el labio superior un bulto que se hincha por momentos. Durante tres ó cuatro dias, no puedo abandonar mi sillon y tengo una visera verde. ¡Qué tristeza no seria la mia, si Inés no se mostrase para conmigo una hermana cariñosa consolándome! Para abreviar el tiempo solia leerme algunos capítulos.

Inés continúa siendo mi confidenta : le cuento todo lo ocurrido con el carnicero, le enumero uno por uno sus ultrajes, y me confiesa que no pude menos de batirme con él, por mas que se horrorizase al escuchar el relato de la contienda.

El tiempo no ha pasado en balde, pues Adams no es el primer discípulo de la clase... Que digo, ya no es ni aun colegial, y cuando viene á visitar al doctor Strong, casi el único que le ha conocido soy yo. Adams ha acabado sus estudios para ingresar en el colegio de abogados, y está á punto de serlo : dentro de pocos dias llevará la peluca y defenderá. Me sorprende no poco al verle mas pequeño de lo que me parecia al frente de la clase, menor y menos imponente; aun no ha asombrado al mundo, ni le ha conmovido en su eje : millares de personas no sospechan siquiera su existencia.

Una laguna en mis recuerdos : — Ahora soy yo el primer discípulo y apenas si me digno echar una mirada de condescendencia á los principiantes, cuya edad me recuerda lo que yo debí ser al principio. Gracias á ellos, recuerdo que en aquella época existia un chicuelo que llevaba mi nombre... ¿Era yo realmente? ¡Le he dejado tan atrás en el camino de la vida!... Y ¿dónde está aquella niña que ví por primera vez al entrar en casa de Mr. Wickfield? Tambien muy lejos; en vez de ella, en la casa, va y viene su completo retrato... Inés ya no es una chiquilla... no ha dejado por eso de ser mi querida hermana, como la llamo en mis solitarios ensueños, mi consejera, mi amiga, el ángel consolador de todos aquellos que habitan su plácida esfera, ocupándose siempre de ellos, nunca de sí propia.

¿Cuáles son los otros cambios extraordinarios que completan mi metamórfosis? Ademas del de mi estatura, ¿existe el del desarrollo de mi inteligencia por el estudio? Llevo cadena y reló de oro, mi dedo anular luce una sortija, y en vez de chaqueta visto frac : consumo con abundancia pomada de oso; y esta y la sortija me denuncian : aun estoy enamorado, sí, adoro á la mayor de las señoritas Larkins.

Miss Larkins mayor es una esbelta y hermosa morena con ojos negros : tiene una hermana que no es una chiquilla y que cuenta tres ó cuatro años de menos que ella; quizás mi adorada va á entrar ya en la treintena; pero no por eso mi pasion conoce límites.

Miss Larkins conoce á varios oficiales; cosa terrible de imaginar, veo que la paran y hablan en la calle : la han conocido desde lejos en su sombrero, pues siempre su tocado es de un gusto esquisito. La jóven sonrie al verse cumplimentada por los oficiales; por mi parte la espío al pasar y consagro todos mis momentos de ocio á semejante