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DAVID COPPERFIELD.

humildad extrema. Dia llegará en que seais abogado y quizás el sucesor ó sócio de Mr. Wickfield.

— ¡Oh! no, Mr. Copperfield : soy de condicion humilde para eso, por mas que Mr. Wickfield sea el número uno de los abogados, como bondad; esa ambicion podeis permitírosla vos, que sois el sobrino de una tia tan buena y generosa.

— Ciertamente, me gusta que se alabe á miss Betsey, pero, no puedo impedirme de hallar que Uriah expresaba su entusiasmo con gestos y muecas que le hacian aun mas feo. Se revolvia como lo hubiese hecho un reptil, y no me pareció mucho mas hermoso cuando del elogio del padre pasó al de la hija, pues ensalzó tambien los encantos de Inés, protestando, sin embargo, que la admiraba con el mayor respeto.

— Perdonad, me dijo al último, es preciso que os deje : es tarde y mi madre me espera; cuento con que un dia nos dispensareis la honra de venir á tomar una taza de té en nuestra humilde vivienda, donde mi madre tendrá el mayor orgullo en recibiros, Mr. Copperfield.

A esta invitacion atenta, añadió un apreton de manos y volví á sentir la misma sensacion de frio que causa el contacto de una anguila, y no digo de otro reptil, porque jamás he tocado ninguno. Resultó de todo esto para mí un sueño horrible, en el cual Uriah Heep arrojaba al mar la casa-barca de Mr. Peggoty, que transformaba en un barco corso, con un pabellon en el pico de la entena, con un lema que decia : Práctica de Tidd.

Bajo esta diabólica bandera me llevaba preso en compañía de Emilia, para ahogarnos á los dos en el estrecho de Gibraltar.

Aun cuando al dia siguiente me hallé mas á mis anchas en mi nuevo colegio, necesité quince dias para tener verdadera franqueza, sea en la clase, sea en las horas de recreo. Acabé por olvidar que habia ganado mi pan limpiando botellas en un almacen de vino.

El colegio del doctor Strong, fundado bajo un sistema excelente, diferia del de Mr. Creakle, como el bien se diferencia del mal; todo estaba dirigido con órden y coveniencia : el principio moral consistia en hacer apelacion al honor y lealtad de los colegiales. Se suponia que cada cual de ellos poseia estas dos virtudes, hasta que hubiesen probado que era indigno de la confianza que se le dispensaba : con ese sistema se obtenian resultados maravillosos; todos comprendíamos que teniamos un interés en la prosperidad, reputacion y dignidad del colegio : así poniamos nuestro empeño en conseguirlo.

En cuanto á mí, no tardé en comprender aquel sentimiento de responsabilidad mútua, y no podré citar un solo discipulo de mi tiempo, que no lo comprendiera.

Nos divertíamos honestamente, lo mismo que estudiábamos con fruto; teníamos una gran libertad, y sin embargo, en la ciudad se hablaba mucho de nosotros; alababan nuestros modales, y en general, allí donde íbamos, nos distinguian ventajosamente.

Hacia un año, segun me dijeron, que el doctor se habia casado con aquella jóven tan bonita, que yo habia tomado por su hija. Se casó por amor, pues ella no poseia ni un céntimo, y á mas de eso tenia una numerosa familia pobre que caian en la casa, como una bandada de buitres cae en un campo de batalla sobre los cadáveres.

Esto, al menos, era lo que pretendian aquellos que me lo contaban, que atribuian el aire distraido del doctor á otra pasion, á la de las raices griegas : meditaba un nuevo diccionario acerca de aquellas raices, bajo un plan tan lato, que Adams, el jefe de los discípulos, gran matemático, habia hecho un cálculo espantoso, atentida la concienzuda lentitud de las investigaciones del lexicógrafo. Segun Adams, el doctor necesitaba por lo menos mil seiscientos cuarenta y nueve años para completar su trabajo enciclopédico, y el doctor habia ya cumplido los sesenta y dos!...

Pero esto no le impedia al doctor ser el ídolo de todos sus discípulos, y, en honor de la verdad, hubieran sido muy ingratos no queriéndole así; pues era el hombre mejor del mundo, tan sencillamente inocente que hubiera podido conmover un corazon de piedra.

Cuando se paseaba pensativo en el solitario patio, hasta las mismas cornejas parecian mirarle con aire burlon, persuadidas de que conocian mejor que él las argucias de este mundo. Pobre de él si se aventuraba solo mas allá de la verja, donde le acechaba algun raterillo haraposo del pueblo, que, merced al tono lastimero de la súplica, no tardaba en cautivar toda su atencion en favor de su pobre mujer enferma ó de sus hijos muertos de hambre.

El vagabundo se marchaba provisto lo menos