Página:David Copperfield o El sobrino de mi tía (1871).pdf/115

Esta página ha sido corregida

103
DAVID COPPERFIELD.

se llama Rookery, habia sido legada por él á la viuda, sin que recayese en su hijo.

— Le habia sido legada sin ninguna condicion por su primer marido, dijo Mr. Murdstone.

— ¡Sin ninguna condicion! exclamó mi tia, que no pudo contener su impaciencia; lo sé, no teneis necesidad de insistir en ello. Se me figura ver á David Copperfield extendiendo él mismo su última voluntad, y perfectamente convencido que seria inferir una injuria á su viuda ponerle condicion alguna. Pero cuando ella se decidió á aceptaros por marido, Mr. Murdstone, ¿no hubo nadie que tratara de garantir los intereses de este niño?

— Mi difunta esposa queria á su segundo marido, señora, y tenia completa confianza en él, dijo Mr. Murdstone.

— Vuestra difunta esposa, dijo mi tia cada vez mas exasperada, era una criatura inocente y desgraciada; hé ahí lo que era, señor mio. Y ahora, ¿qué teneis que añadir?

— Unicamente esto, miss Trotwood, dijo él. He venido aquí para llevarme á David, para llevarle sin condicion, para hacer con él lo que crea conveniente, para obrar como lo crea justo. No quiero prometer nada, ni comprometerme á nada con nadie. Quizás teniais el proyecto de defenderle, miss Trotwood, de escuchar sus quejas, de aprobar su huida. Vuestra actitud, me atrevo a declararlo, no tiene nada de conciliador, y me hace suponer que no voy descaminado en lo que he dicho. Así, pues, os prevengo que si le apadrinais una sola vez, le apadrinareis para siempre; si os interponeis entre él y yo, será una vez por todas. No soy hombre de tratar las cosas con ligereza, pero tampoco es preciso que se me trate con ligereza. Vengo por David, sabedlo. ¿Está presto á venir? Si no lo está... si vos sois quien me lo decis, no importa bajo qué pretesto, me es indiferente... mi puerta le será cerrada para siempre, y la vuestra abierta. Hé ahí mi conclusion.

Mi tia habia escuchado atentamente aquella arenga con el talle erguido, con las manos cruzadas sobre una rodilla, y arrugando el entrecejo para examinar al orador. Así que hubo acabado, se volvió hácia miss Murdstone, y mirándola de un modo que revelaba las ganas que tenia de que sus palabras fuesen bien escuchadas, le dijo :

— Y bien, señora, ¿no teneis nada que observar?

— En verdad, respondió la interpelada, todo cuanto pudiera decir ha sido tan bien explicado por mi hermano, ha expuesto los hechos de un modo tan claro, tan exacto, que no tengo nada que añadir. Fáltame solo daros las gracias por vuestra urbanidad, por vuestra extremada urbanidad, repitió miss Murdstone con un acento de ironía que no turbó nada á mi tia.

— ¿Y qué dices tú, hijo mio? me preguntó mi tia : ¿estais dispuesto á volveros, David?

— No, no, exclamé; os suplico que no me dejeis partir.

Entonces, inspirado por el temor de que me entregasen á mis verdugos, me atreví á decir que jamás me habian querido, que jamás me habian tratado con benevolencia :

— Sí, tambien han hecho muy desgraciada á mi pobre madre á causa mia, ¡mi pobre madre que me queria! Bien lo sé, Peggoty lo sabe tambien : no hay una criatura de mi edad á quien deba compadecérsela lo que á mí. Os suplico, por Dios, tia mia, ¡sed mi protectora por amor de mi padre!

No sabré citar precisamente las palabras de esta súplica, pero sé que hallé frases conmovedoras.

— Mr. Dick, preguntó mi tia á su oráculo, ¿qué haré con este niño?

Mr. Dick reflexionó, vaciló, volvió á reflexionar, y al fin exclamó:

— Lo primero que hay que hacer es que le tomen medida de un traje completo.

— Mr. Dick, replicó mi tia triunfante, estrechad mi mano, pues vuestro buen sentido no tiene precio.

Despues de estrechar cordialmente la mano de Mr. Dick, me empujó delante de ella y dijo á Mr. Murdstone :

— Podeis ir adonde os parezca; yo me encargo del niño; si es tan detestable como decís, puedo hacer por él aquí otro tanto de lo que vos habeis hecho; pero no lo creo.

— Miss Trotwood, exclamó Mr. Murdstone encogiéndose de hombros y levantándose, si fuerais un hombre...

— ¡Bah!... frases que no tienen sentido, dijo mi tia; dispensadme que os siga oyendo.

— ¡Cuánta urbanidad! exclamó miss Murdstone levantándose tambien. ¡No cabe mas!...

— ¿Pensais que no sé, prosiguió mi tia sin prestar atencion á miss Murdstone y dirigiéndose al hermano con un desden infinito, pensais que ignoro la vida que ha debido sufrir á vuestro lado la desgra-