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todo ansia, todo ardor, sensación pura,
y vigor natural; y sin falsía,
y sin comedia, y sin literatura...
Si hay un alma sincera, esa es la mía.
 
La torre de marfil tentó mi anhelo;
quise encerrarme dentro de mí mismo,
y tuve hambre de espacio y sed de cielo
desde las sombras de mi propio abismo.
 
Como la esponja que la sal satura
en el jugo del mar, fué el dulce y tierno
corazón mío, henchido de amargura
por el mundo, la carne y el infierno.
 
Mas por gracia de Dios, en mi conciencia
el bien supo elegir la mejor parte;
y si hubo áspera hiel en mi existencia,
melificó toda acritud el arte.
 
Mi intelecto libré de pensar bajo,
lavó el agua castalia el alma mía;
peregrinó mi corazón, y trajo
de la sagrada selva la armonía.
 
¡Oh la selva sagrada! ¡Oh, la profunda
emanación del corazón divino
de la sagrada selva! ¡Oh, la fecunda
fuente cuya virtud vence al destino!
 

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