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simbólica, pero al mismo tiempo eficaz, que le permita al hombre dirigir su vida en busca del equilibrio y la trascendencia.

Por ello, se necesita de hombres preparados que conozcan el fondo y la forma de nuestra religión. Hombres que hayan asumido las enseñanzas de “Aquél por quien se vive” y la apliquen en la vida cotidiana. Hombres virtuosos y humildes, que estén dispuestos a dedicar su vida por completo y sin reservas, a la religión que un día nos dieron los sabios y Viejos Abuelos.

Nuestra responsabilidad, es despertar en ustedes el sentimiento de amor y sacrificio por el desarrollo espiritual de nuestro pueblo. Será su responsabilidad, encontrar el camino florecido de su vida, para poder servir mejor a su pueblo y honrar la memoria de nuestros sabios antepasados.

Águila Nocturna entendió entonces la pasión milenaria de su pueblo por la religión. El profundo misticismo que envolvía todas las actividades de la vida cotidiana del pueblo. La religión estaba presente absolutamente en todo, y esto mismo era la expresión más pura de la espiritualidad; precisamente ¡La herencia más preciada de los Viejos Abuelos!

De esta manera Águila Nocturna y sus compañeros, descubrieron a través de la instrucción, el trasfondo filosófico de su milenaria religión. Poco a poco, sin prisas, los jóvenes iban construyendo un templo a la sabiduría de los Viejos Abuelos en lo profundo de su corazón y al mismo tiempo, sin darse cuenta, se iba creando un sentimiento de responsabilidad y compromiso con el destino de su pueblo.

Viento del Norte les enseñó que atrás de cada divinidad, existía un valor o una verdad. Que las divinidades eran símbolos metafóricos que ayudaban a través de los ritos a los seres humanos a orientar su existencia.

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