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pesar de su grandeza...el sol es humilde y cumple escrupulosamente con su deber.

Aprende a esperar, y para hacerlo, lo primero que necesitas, es saber que estás esperando y lo que estás esperando; ten control de ti mismo y sé aún más humilde. Sosiega tu corazón, aprende a esperar y mientras esperas, no desaproveches ningún segundo, lo que ha de ser, será. En su justo tiempo y en la debida medida. A Águila Nocturna se le llenaron los ojos de lágrimas y su rostro se cubrió de vergüenza. Su Maestro le había enseñado sutilmente, que a pesar de todo, le faltaba mucho por trabajar y por aprender. Que el dominio de uno mismo, es la lucha más difícil que un hombre puede emprender. Que labrarse un rostro y el decantar el espíritu, era un trabajo de toda una vida. Entonces la paz vino de nuevo al espíritu del muchacho y sólo pudo expresar:

"Gracias, muchas gracias Venerable Maestro".

A partir de ese día, Águila Nocturna cambió notablemente; no exteriormente, sino en su interior. Se sentía más asentado, más sobrio y humilde. Algo que venía de muy en el fondo, afloraba en el mundo cotidiano; ese algo era indescriptible, llenaba de armonía, paz y tranquilidad todos los espacios de Águila Nocturna y de alguna forma misteriosa llegaba permanentemente un poema a su mente.

¿Acaso voy a mi casa? ¿Acaso con él iré?
¡También vino a acortarse mi vida en la tierra!
¡Sé tú, Dios, para mí: moldéame!
Recrea tu pecho, apláquese tu corazón, alégrese tu corazón!
¿Acaso crees, corazón mío, que sólo vivirás en la tierra?
Te angustias, oh corazón mío. ¡yo nací en la tierra!
¿Acaso tú eres tu propio amigo?
¿Acaso vives por ti mismo?
¡Sé tú, Dios, para mí: moldéame!
¡Recrea tu pecho, apláquese tu corazón, alégrese tu corazón!
¡Oh tú, el Señor del bastón de turquesas:
yo me ando arrastrando, ando por la tierra!

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