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de sacrificio en la vida. El primero es el del hombre común, el que genera la propia existencia en el mundo cotidiano. El segundo es el que selecciona el guerrero, que está dirigido a purificar su espíritu, templar su corazón y fortalecer su cuerpo. Los dos sacrificios traen consigo sufrimiento y dolor. La diferencia es que el primero es estéril y el segundo es generador de corazones florecidos y espíritus libres. Mientras uno nace en la mezquindad y es producto de la torpeza; el segundo es el camino luminoso del guerrero, su temple, su batalla florida, su íntima predilección.

Existen dos formas de encarar la vida, la que busca el placer huyendo del dolor; y la que asume el sacrificio como una decisión personal y selecciona su personal campo de batalla.

Los seres humanos hemos venido a sufrir a la tierra. La diferencia es que un sufrimiento debilita y destruye; y el otro fortalece y prepara al guerrero para emprender el vuelo de la libertad.

Tú eres un guerrero, que has nacido en esta tierra y haz cumplido como pocos con su destino. Una etapa de tu camino fue formarte y partir, para regresar con una enseñanza que los años de estudio en centros de conocimiento, no te la pudo dar. Me refiero al mundo profano, a la vida diaria, al mundo cotidiano. Al mundo de los hombres y sus pasiones. Como tú sabes, el equilibrio es el resultado de balancear lo espiritual con lo material y lo racional con lo irracional, el par de opuestos complementarios en que está conformado el mundo profano.

Haz sido un guerrero inmaculado y te perdiste en las profundidades del mundo cotidiano y estuviste a punto de no regresar, pero milagrosamente aquí estas. El Espíritu del guerrero te forjó y trascendió.

En esta prueba de conocimiento haz invertido muchos años de tu vida; tantos que nadie te recuerda ahora que regresaste, porque además te lograste borrar impecablemente de la faz de la tierra y eso solo lo logran los inmaculados guerreros. Ya nunca volverás a ser

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