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¡Yo tengo que dejar las bellas flores,
tengo que ir en busca del sitio del misterio!
Pero por breve tiempo,
hagamos nuestros los hermosos cantos.

¡Esmeraldas son: turquesas
tu greda y tus plumas,
oh dador de la vida!
Dicha y riqueza de los Guerreros
es la muerte en la guerra."

Águila Nocturna no sentía pena por su muerte inminente. Algo en sus entrañas no aceptaba el dejar este mundo, sin haber encontrado su propio rostro, su corazón verdadero, su hogar. El Valle de Etla vino desde muy lejos y se prendió al corazón del guerrero.

La muerte se tornaba en desolación, al no haber recuperado su identidad, al no saber cuál era su verdadera historia, cuáles eran sus orígenes. Frente a esta verdad, su presente se descontextualizaba, se dislocaba hasta su propia muerte. Pensó Águila Nocturna, si no sé quién soy, ¿quién muere en verdad?

Una descarga de coraje y de indignación salió de las entrañas del guerrero. En ese instante había decidido que no podía morir sin haber recuperado su memoria. El inmenso árbol empezó a crujir y los gritos de entusiasmo de sus perseguidores no lo perturbaron. El árbol empezaba a inclinarse produciendo un estruendo. Águila Nocturna alzó la vista al firmamento y vio, en ese instante, como una estrella fugaz caía luminosa rayando a la bóveda celeste. En el momento en que la estrella venía cayendo, Águila Nocturna estiro sus brazos hacia la inmensidad del firmamento. El árbol iniciaba su estruendosa caída y el guerrero en la oscuridad de la noche, milagrosamente se convertía en una inmensa águila, que abría sus alas para remontar lentamente el vuelo en pos de lo inconmensurable.

En su vuelo majestuoso dejaba atrás a la selva y regresaba hacia el Sur, bordeando la costa Poniente en un vuelo nocturno.

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