Página:Daany Beédxe.djvu/269

Esta página ha sido corregida

sus cuatro representaciones. El techo estaba forrado de láminas de plata, con incrustaciones de piedras preciosas a manera de un cielo estrellado. En las cuatro paredes estaban sendas esculturas, una en barro rojo, otra en piedra de obsidiana negra, otra en madera pintada de azul y la última en jade verde.

En el centro de la cámara, que no tenía acceso aparente y que proyectaba una sensación de profundo hermetismo, estaba una piedra perfectamente cubica, que tenía grabadas en sus cuatro caras la representación del Espejo Humeante. En la parte superior, estaba un bellísimo marco, hecho en huesos muy largos que estaban debidamente ensamblados y profusamente labrados.

El marco no contenía nada, estaba vacío. De pronto por la boca de las cuatro esculturas empezó a salir grandes cantidades de humo azuloso, que en breves momentos inundó totalmente la cámara. El marco entonces empezó a resplandecer y de él se empezó a escuchar extraños sonidos, como cantos o rezos en desconocida lengua.

En la oquedad del marco, el humo empezó a asumir formas caprichosas, como si tuviera vida y voluntad. Un zumbido, como el aletear de un escarabajo empezó a salir de sus adentros. Instintivamente Águila Nocturna despejo de su corazón todos los sentimientos y de su mente las ideas, bizqueando fijó la vista por separado y se concentró en el zumbido interior.

Después de un tiempo se dio cuenta que tenía los ojos cerrados y al abrirlos, vio entre el humo que estaba del otro lado del espejo un rostro que apenas se distinguía. Enfocó la vista y apareció una osamenta. De las oquedades oculares del cráneo, salía una mirada profunda e inquietante, que penetraba en el guerrero, inundando sus entrañas de un frío desolado. Águila Nocturna sabía que esa osamenta era la suya y esa mirada era su propia muerte que lo llamaba.

Águila Nocturna cerró los ojos y se concentró con toda su energía en la parte media de su cuerpo. La presión cesó y escuchó un ruido de un hueso al romperse. Abrió los ojos y vio como el cráneo se partía

269