diversas advocaciones de la Dualidad Divina, aquella que no tiene nombre, ni forma, ni se ve o se toca. A pesar de que en principio la comunidad era igual a todas, pues se sembraban las tierras y se producían ciertas manufacturas para vivir adecuadamente. Los caminantes tenían como principal actividad, el viajar y transportar los sagrados utensilios. Esta encomienda era realizada con el mayor orgullo y la tradición venia de familia en familia a lo largo de muchos atados de años.
Luz de Noche le informó a Águila Nocturna, que debía prepararse para partir con un grupo de caminantes que llevarían una gran cantidad de papel amate, traído del altiplano, a las remotas regiones al Sur de la Tierra rodeada de las Grandes Aguas. De aquellas lejanas tierras traerían oro, para hacer los utensilios sagrados.
Desde tiempos inmemoriales, Los Viejos Abuelos toltecas les habían enseñado a usar al oro como representación de la pureza que puede llegar a alcanzar la materia y que por esta misma pureza, se evita la corrupción. Por ello, el oro era un material simbólico de la aspiración suprema de los mortales de llegar a la pureza, para impedir la muerte o corrupción de la materia.
Se prepararon debidamente las cargas de papel amate, las provisiones y un día por la mañana, Águila Nocturna salió con veinte caminantes rumbo a las lejanas tierras del Sur.
La hermandad de los transportadores tenía una estructura militar, en la cual había rangos y la disciplina era muy rigurosa. Los caminantes debían entre otras cosas, dominar varios idiomas y conocer la pluralidad cultural de los pueblos, tener una constitución y una condición física impresionante, y ser expertos conocedores de los vastos territorios y sus caminos de La Tierra entre las Grandes Aguas, así como de la naturaleza, los climas, plantas, animales e insectos.
Las travesías que hacían estos intrépidos hombres, estaban llenas de peligros, muchos de los cuales resultaban, las más de las veces mortales. Para ellos, pertenecer a esta hermandad, representaba el