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De pronto a lo lejos, en la planicie apareció la silueta de la gran pirámide de Chichén Itzá y el camino se dirigía hacia allá. Apresuro el paso, era casi la media noche.

Se encontró abajo de un gran arco de piedra y una barda que tenía forma de serpiente. Cuando penetró al recinto por la puerta Norte, sintió una descarga eléctrica que recorrió todo su cuerpo. Un campo energético que se abrió y se volvió a cerrar.

El brillo de la luna, hacía que todo se viera claramente. Primero llegó al inmenso cenote Itzá, que tenía una circunferencia perfecta. Cuando se asomó, la luna se reflejaba dándole un tono azul claro a la profunda oquedad.

Caminó por una calzada y llegó a una gran plaza. En frente de él, estaba una pequeña plataforma cuadrada de dos cuerpos de altura con cuatro escaleras rematadas con cabezas de serpientes emplumadas y tenía grabado en piedra, el símbolo de Venus. Inmediatamente atrás estaba una maravillosa pirámide de nueve cuerpos y una construcción en la cúspide. Tenía cuatro escalinatas, una por cada lado, que a su vez, se dirigían a los cuatro puntos cardinales y remataban con inmensas cabezas de serpientes emplumadas.

A su mano derecha estaba una monumental cancha de juego de pelota y a su izquierda, una pirámide más pequeña que la primera, pero tenía cientos de columnas. Algo en su interior lo hizo dirigirse hacia allá.

Parado en frente del edificio, observó que estaba sobre una gran plataforma rectangular, que tenía en el centro unas pequeñas gradas para subir y en donde se encontraban cuatro hileras de diez y seis columnas. En seguida de ellas, unas escaleras para ascender a la pirámide de cuatro cuerpos.

Subió lentamente el guerrero por las escaleras, en donde encontró dos piedras rectangulares grabadas. Al llegar a la parte superior, Águila

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