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esos lugares, pero que le gustaría platicar con él. Una extraña fuerza arrastraba al guerrero hasta los ojos de esa muchacha, nunca antes se había sentido atraído por una mujer, algo en su mirar le despertaba un sentimiento desbordante.

Caminaron hasta una pequeña casa, hecha de piedra, que estaba cerca de un pequeño cenote. Después de unas horas de conversación, Águila Nocturna supo que la joven se llamaba Flor de Lluvia y que estaba prisionera en ese lugar por un encantamiento. Por su parte, Águila Nocturna le contó lo que sabía de su vida y la angustia que vivía por no conocer su pasado.

Era ya de noche cuando, abajo de un cielo cuajado de estrellas, la pareja no pudo contener la pasión que los consumía. Águila Nocturna por primera vez en su vida, conocía la intensidad del amor. Con ternura y con la mayor dulzura se introdujeron en los ritos mágicos del amor. A través del cuerpo, el guerrero descubría un universo completo y virgen a sus sentidos. Con su propia dinámica, el cuerpo tomaba el mando y casi, se separaba de su yo, integrándose perfectamente al de Flor de Lluvia. Águila Nocturna sentía como los millones de seres que lo conformaban, habían entrado en una conmoción absoluta. Una fuerza que venía de lo más profundo de su ser, desde un milenario origen marino, sentían la maravillosa y vital posibilidad de perpetuarse en este mundo, burlando a la muerte y aferrándose al porvenir.

Su cuerpo se estremecía delirante y lo recorría ardiente, un haz de fuego que buscaba la plenitud. Como un volcán en erupción, Águila Nocturna sintió nítidamente, como el fuego de la vida se desprendía de sus huesos, de su carne, de su sangre, y entre estertores de pasión, Águila Nocturna naufrago en las profundidades de Flor de Lluvia. Por un instante fugaz, en un chispazo divino; aquellos cuerpos se fundieron en uno solo. Por un instante estuvieron unidos por el inconmensurable misterio de la vida.

Cuando todo quedo en reposo, se abrazaron y estuvieron llorando con mucho sentimiento. La emoción era tan grande, que no cabía en sus pechos y se desbordaba por sus ojos. Lloraban de felicidad y de

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