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aquello que le estaban dando, de lo contrario perdería la memoria. Acto seguido se le dio un extraño brebaje y se puso a orar con ellos toda la noche, hasta quedar dormido.

A la mañana siguiente despertó, en un claro de la selva. A su lado estaban los dos guajes y el morral, recordó todo de inmediato y lentamente se levantó y emprendió la marcha.

Sin saber por qué, caminó en dirección donde se ocultaba el sol. Pasaron dos días y a nadie encontró por el camino, hasta la tarde del tercero. Tres hombres ricamente ataviados lo saludaron efusivamente; le preguntaron que hacia donde se dirigía. Águila Nocturna le dijo que iba en busca de “La Piedra de Poder de los Hombres de la Tierra de la Serpiente Emplumada”. Los hombres rieron al unísono y le dijo uno de ellos:

¿Quién te dijo semejante mentira? Esa piedra no existe. Nosotros nos dirigimos a las tierras fértiles del Valle de las Águilas, en donde crecen la milpa hasta dos cuerpos de altura y las mazorcas son del tamaño de un brazo. Allá todos los hombres son inmensamente ricos y la felicidad es eterna. Vente con nosotros, te enseñaremos el camino.

Águila Nocturna les agradeció el ofrecimiento y se despidió con cortesía, emprendiendo el camino. Los hombres lo alcanzaron y lo trataban de persuadir mientras seguían el paso presuroso del guerrero.

Los días transcurrían y Águila Nocturna seguía caminando en dirección Poniente. La selva era casi impenetrable y al quinto día, al empezar a morir la tarde, Águila Nocturna percibió un sentimiento de inquietud. Apresuró el paso, en busca de algún claro para poder hacer un fuego y poder dormir. La selva seguía cerrada y tupida. Las aves iniciaron sus ruidosos cánticos, los monos gritaban con algarabía. La primera estrella de la noche apareció en un cielo naranja con diversos tonos de azul.

De pronto, misteriosamente todos los animales de la selva guardaron un repentino silencio y Águila Nocturna detuvo la marcha y

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