Cruzó por todas las instalaciones de ese bellísimo lugar. Parecían que estaba dormidas, para no sentir la partida de aquel dardo de fuego que había llegado misteriosamente en una noche y que después de una descarga eléctrica, quedó tendido bajo el misterioso arco que conduce a los intrépidos viajeros a la eternidad, y que en aquella extraña ocasión, les había arrojado a un peregrino del Espíritu, venido de remotas tierras y que hoy se retiraba como había llegado; sin dejar huella.
Enfiló hacia uno de los caminos blancos, que salían del recinto y se alejó silenciosamente del lugar.
Águila Nocturna caminaba hacia el oriente, a través del espléndido camino elevado, hecho en piedra, muy bien ensamblada y que mantenía un perfecto trazo horizontal, con respecto al piso, lo que en ocasiones lo hacía estar hasta un cuerpo sobre el nivel del suelo. El camino era tan ancho que podían caminar al mismo tiempo seis personas sin estorbarse.
La selva era verdaderamente fascinante y seductora, sin embargo inspiraba un profundo respeto. Sus grandes árboles y la vegetación exuberante, saturada de cantidades inimaginables de plantas e insectos, de las más diversas formas, tamaños y colores, que vivían en un absoluto equilibrio.
En el pecho del joven existía un sentimiento de emoción por algo que estaba por venir y al mismo tiempo una angustia, por no saber qué es lo que deseaba encontrar.
El no saber quién era en verdad, el desconocer su pasado, sus orígenes, sus antepasados, le creaba una angustia que se movía subterránea, como veneros de agua bajo la tierra, que lo mantenía asechado y bajo amenaza permanente.
No podía enfrentar el presente, si no sabía quién era él. Porque al no saber quién era él, no podía saber que quería de la vida y del mundo. De esta manera, sí desconocía sus orígenes, y si no sabía de