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Viento del Norte era parco con su boca, instruía a su alumno con una lujuriosa eficiencia, para ello no escatimaba palabra o ejemplo alguno. Pero siempre guardaba una prudente y respetuosa distancia con su alumno, lo sentía como una poderosa águila, que por algún motivo, no podía remontar las alturas y estaba en convalecencia.

Águila Nocturna llegó a conocer todas las instalaciones de este recinto de hombres y mujeres de conocimiento. Viento del Norte fue su paciente guía. Así llegó el día que Águila Nocturna era uno más, entre los guerreros que ahí buscaban la perfección del espíritu y la templanza del cuerpo a través de antiquísimas enseñanzas secretas. Sin embargo una mañana le pidió a Viento del Norte, que lo llevara ante el ilustrísimo Venerable Maestro, ya que sentía la necesidad de hablar con él.

Días después Águila Nocturna iba subiendo como las serpientes, las empinadas escaleras de la gran pirámide. Ahora se fijó, que en la parte superior, en medio de las dos puertas de la habitación, estaba un pequeño nicho en la parte superior de la pared. A manera de una pequeña choza labrada en la piedra, tenía una puerta y en sus adentros estaba una maravillosa escultura de una serpiente enrollada, estaba finamente labrada en piedra verde, la piel y sus diseños, se encontraban tallados y repujados en oro y plata. Sus ojos estaban representados por dos bellísimas piedras preciosas, incrustadas en la piedra verde. Los ojos de esa escultura tenían vida propia, Águila Nocturna sintió el peso de su mirada, cuando iniciaba el ascenso. Parecía que las piedras preciosas, atrapaban la luz y la regresaban en un fino y potente rayo de luz.

Entró a la misma habitación de la mano derecha y encontró al anciano, quien le preguntó la razón de su visita. Águila Nocturna le explicó al Venerable Maestro que sentía que el tiempo de su estancia había concluido y que debía salir a buscar su destino. Que no tenía palabras para agradecer tanta solidaridad y fraternidad de todos los que ahí, luchaban por ser lo mejor de sí mismos, llegar a ser humano y a florecer su corazón. Le explicó al Venerable Maestro que algo en su interior le decía que debía emprender el camino hacia el mundo

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