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como si la niebla fuera una continuación de los edificios. Sentía como la fuerza, que estaba contenida en las piedras, se filtrara a través de las nubes y tratara de penetrar su cuerpo. Invadía a su cuerpo dos sensaciones opuestas; una era de terror, deseaba salir corriendo. La otra, acaso más fuerte, lo atrapaba dejándolo indefenso y sumamente vulnerable, pero con un oscuro placer indescriptible.

Las nubes pasaban veloces por la plaza, de modo que por momentos los edificios se veían claramente e inmediatamente después desaparecían. Poco a poco, la niebla le dio un sentimiento de equilibrio al guerrero. Detuvo sus pensamientos y solo se entregó a percibir el hecho sin ninguna idea de por medio.

Caminó hacia la parte Norte y antes de llegar a las escalinatas que están abajo de las columnas, se detuvo y volteó hacia el Sur. El espectáculo era verdaderamente impresionante, las nubes habían cubierto a todos los edificios que rodean la plaza, dejando completamente despejado a los edificios del centro, que por el efecto daban una sensación de irrealidad. Los edificios centrales se veían como una inmensa isla de piedra en medio de un mar de nubes.

En pocos minutos las nubes cubrieron el lugar, ahora más obscuras y amenazadoras. Águila Nocturna no veía absolutamente nada. De pronto se escuchó un portentoso trueno y un rayo cayó muy cerca; por un instante, las pesadas nubes se inyectaron de luz. Parecía como si la luminosidad iba recorriendo todos y cada uno de sus recovecos, produciendo diferentes tonos. Reverberaba el eco del trueno, entre las paredes acústicas del recinto, como las ondas que hace el agua en un estanque cuando se le deja caer una piedra en el centro. Pero casi al mismo tiempo, Águila Nocturna escuchó un espeluznante grito, que extrañamente no reverberaba e iba de lo grave, a tonos muy agudos y después descendía. Al principio creyó que era el aullido de algún extraño animal desconocido para él, después supuso que era el grito de una persona, pero finalmente se dio cuenta que no era nada comparable y conocido. Inmediatamente la piel de la espina dorsal se le contrajo, y un sudor frío bajó por la

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