Página:Daany Beédxe.djvu/172

Esta página ha sido corregida

gastar la energía del huevo luminoso, es mantener la exaltada idea que tenemos permanentemente de nosotros mismos, lo que nos impide tener energía suficiente, para percibir el mundo que nos rodea.

La segunda, es asumir la responsabilidad de estar vivos en este mundo; lo que implica hacerse responsable hasta la muerte misma, por el más insignificante acto de nuestra vida. La tercera técnica, es usar a la muerte como compañera. Desde los tiempos inmemoriales, Los Viejos Abuelos nos dejaron por cierto, que para tener conciencia plena de la vida, debe uno tener conciencia de la muerte. Porque la vida y la muerte, son partes equitativas y complementarias de una misma realidad. Con estas tres técnicas el guerrero aprende a ahorrar energía en la vigilia de la vida diaria; por decirlo de otra forma, el guerrero convierte su vida en un desafío interminable y sus actividades en un espléndido campo de batalla.

El edificio de la parte Sur se construyó para que los guerreros practiquen el refinado arte, de adquirir control sobre los sueños. Para que el guerrero pueda tener control de sus sueños, debe primero tener completo control sobre sus actos durante el día, y para ello, elaboraron tres complejas técnicas. La primera, es romper las rutinas de la vida. Las personas del valle viven inconscientes entre sus rutinas cotidianas, es la manera de cerrar los ojos, ante este maravilloso y aterrador mundo que nos rodea. El guerrero en cambio, siempre está en alerta total, sabe que está tratando con fuerzas poderosas y desconocidas y por lo tanto extremadamente peligrosas; usa su mundo con extremo cuidado y delicadeza.

La segunda técnica es la caminata energética. Las personas del valle actúan sus pensamientos y no viven sus actos. A través de las ideas, perciben el mundo y como siempre están pensando en ellos mismos, el mundo resulta estrecho y aburrido... y un puñado de ideas, que por cierto consumen mucha energía. A través de la caminata energética se adquiere poder, pues es un subterfugio en el que se engaña a la razón para que esté ocupada, y el cuerpo pueda percibir el mundo que le rodea, mientras camina, sin necesidad de la intermediación de la razón y sus caprichosas ideas.

172