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Águila Nocturna había silenciado su dialogo interno, la voz de su Maestro llegaba a lo más profundo de su ser, su mente cedía el control a su cuerpo, no había ideas solo energía. Cuando cesó la voz del Maestro, el muchacho percibió la lluvia, que con mayor fuerza caía cerrada y copiosa sobre la indiferente montaña. Observó como la gran cantidad de agua no inundaba la plaza, debido a la eficiencia de los drenajes.

La mirada del joven fue atrapada por el agua, que corría por la plaza buscando la salida. Águila Nocturna se fue en una gota de lluvia. Sintió de pronto mucha alegría por salir de la plaza y al caer por el drenaje se emocionó por la velocidad que tomaba.

Ser una gota de lluvia y mantenerse como tal, en la pequeña cascada que bajaba por los drenajes de los edificios, le llenaba de gozo. Subía y bajaba en la corriente, dando tumbos cada vez encontraba a más compañeras de viaje. En su descenso arrastraban todo cuanto encontraban a su paso; piedras, arena y vegetales, eran usados en los juegos de las gotas en la veloz bajada, en busca del río para llegar al mar.

Cuando entró al río, Águila Nocturna perdió la velocidad de la caída, pero sintió la fuerza de la corriente. Algo en él, mantenía la conciencia de su individualidad de gota, pero al mismo tiempo sentía la inmensidad y fuerza, de ser al mismo tiempo río.

Una fuerza milenaria que traía escondida entre sus adentros, empezó a entonar un canto nostálgico por el lejano mar, todas las gotas juntas cantaban la misma canción y hacían sonar al portentoso río.

La vocación de la gota es el río y la del río es el mar. Águila Nocturna viajaba entre las montañas, dejaba a los valles en busca del mar. De pronto empezó el trepidante descenso. La canción se convirtió en un grito de furia, el río arrasaba todo cuanto se oponía entre él y el mar, en el veloz descenso por las montañas. La fuerza contenida por la pasión del mar, hacía que se estrellara contra las grandes piedras o

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