Página:Daany Beédxe.djvu/163

Esta página ha sido corregida

—Todas estas piedras que están en la Montaña Sagrada del Jaguar, no son cualquier piedra. El prodigio del conocimiento de Los Viejos Abuelos toltecas las han tocado. La inmensa cantidad de piedra que se han debido utilizar y su trayecto hasta aquí, es un testimonio perenne, de la voluntad de ser y trascender de nuestro pueblo, y seguramente que será a futuro, el patrimonio más importante de los hijos de nuestros hijos, dijo la voz del Maestro.

Algunas de estas piedras tienen una información muy valiosa. Los Viejos Abuelos toltecas depositaban en estas piedras montañas de conocimientos. Son como tenates llenos de sabiduría y cada una tiene labrada en su exterior la historia o el tema de esta sabiduría. Los toltecas han dejado en el interior de estas piedras, toda la información necesaria para restablecer la sabiduría ancestral, cuando sea necesario.

Águila Nocturna llevaba casi dos ciclos solares viviendo en DAANY BEÉDXE. En todo ese tiempo, solo había visto personas en la ceremonia de bienvenida. El recinto seguía vivo, pero aparentemente deshabitado. El Maestro le aseguraba que ahí vivían con él, Cuatrocientos Guerreros. Sin embargo, en los últimos tiempos Águila Nocturna, tenía el presentimiento que en cualquier momento encontraría a alguien, se sentía muy acompañado y es más, tal vez vigilado.

Los hermanos de la Tierra del Gemelo Precioso, cumplían silenciosa e impecablemente su función, lo poco que necesitaba Águila Nocturna, siempre lo encontraba en el lugar y el momento preciso. Una tarde que estaba el joven guerrero en su casa componiendo la techumbre, escuchó un lejano y poderoso trueno. En las montañas del Norte se amontonaban las nubes, como preparándose para saltar sobre el valle. Había grandes cantidades de nubes espesas y casi negras, inconscientemente volteó hacía el Valle de Etla y pensó que toda esa agua sería muy buena para la tierra. Los relámpagos empezaron a iluminar la obscura tarde, por el poniente el sol parecía que se retiraba presuroso, huyendo de la tormenta.

163