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Sonaron entonces los cuatro caracoles marinos que rodeaban en sus cuatro esquinas al majestuoso tambor, como señal para que la partera, ahora tocara con los dedos mojados en agua, el pecho desnudo de la criatura diciendo:

Prueba aquí el agua celestial, esperanza de nuestra esperanza, prueba aquí el agua muy pura que lava y limpia tu corazón, que quita toda suciedad, recíbela; que ella, limpiará y purificará tu corazón."

Sonaron entonces nuevamente los caracoles marinos y se acentuó el olor a incienso, que se quemaba en las cuatro esquinas del patio de la casa. Entonces la anciana le echó agua al niño sobre su cabecita diciendo:

—"¡Oh nieto mío, hijo mío, recibe y toma el agua del Señor de este mundo, que es nuestra vida y es para que nuestro cuerpo crezca y reverdezca, es para lavar, es para limpiar; ruego que entre en tu cuerpo y allí viva esta agua celestial azul, y azul clara!. Ruego que ella destruya y aparte de ti, todo lo malo y contrario que te fue dado antes del principio del mundo, porque todos los hombres, somos dejados en su mano, porque es nuestra madre, la Señora de la falda de jade, la diosa de las aguas terrenales".

Inmediatamente después, la partera tomó al niño con las dos manos y levantándolo lentamente al Oriente, en busca del cielo, dijo así:

"Señor nuestro, aquí esta este niño que nos enviaste a este lugar de dolores, sufrimientos y sacrificios, que es este mundo; dale por favor Señor tus dones y tu inspiración.

Bajaba al niño y lo volvía a subir, diciendo: "Señora, que eres madre de los cielos, a ti te dirijo mis palabras, te suplico le des a esta piedrita preciosa, tu inmensa virtud y tu inspiración."

Hubo entonces un espacio de espera en la ceremonia, por unos minutos, todos guardaron silencio. Entonces las flautas y las ocarinas

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